El enorme peso del monumento a la corrupción

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El 4 de abril de 1990, ABC Color publicaba en su Pág. 11, Economía, un inquietante material informativo con el siguiente título: “Menem calificó a Yacyretá de monumento a la Corrupción”.
El reportaje tenía el siguiente encabezamiento: “El presidente argentino, Carlos Menem, calificó ayer en Buenos Aires a la represa de Yacyretá de “monumento a la corrupción”, y dijo que la obra quedará suspendida por seis meses o un año. Esta declaración causó en nuestro país confusión e incertidumbre. El presidente paraguayo, Andrés Rodríguez, por su parte, sostuvo que de “ninguna manera las obras serán suspendidas”, y que las mismas continuarán hasta su total terminación. La Embajada Argentina en Asunción, entretanto, pidió a su Gobierno que ratifique o rectifique la declaración de Menem. En Canadá se anunció que el Banco Interamericano de Desarrollo dejó en suspenso un crédito de 250 millones de dólares que concedió el lunes pasado a Yacyretá hasta que se aclare la confusa situación creada. En Ayolas, los dirigentes obreros dijeron que ellos ya habían denunciado que en la obra hay corrupción y por eso pidieron una auditoría”.

Del extenso material informativo rescatamos otro párrafo: “... El mandatario sostuvo que Yacyretá no será terminada en 1993, como estaba previsto, y constató que tenía una financiación original de 1.500 millones de dólares, pero que ya ahora, “en menos del 50% de la obra, hay inversiones de 3.000 millones de dólares. Agregó que “si seguimos así, vamos a necesitar 12.000 millones de dólares para su terminación” (1).
En el balance que iniciamos del último domingo, que recalcamos es imparcial e incompleto, anunciábamos que hoy expondríamos ante la inquisidora mirada de nuestros lectores “el enorme peso del monumento a la corrupción”.
Hoy, casi 15 años después, comencemos el ejercicio con las unidades de medida empleadas por Menem: “el proyecto tenía una financiación original de US$ 1500 millones, pero que ya ahora, en menos del 50% de la obra, hay inversiones de US$ 3.000 millones.

Corrijámosle al controvertido ex presidente de la República Argentina, la Planilla 1 inserta en el contexto del documento que contiene al Tratado de Yacyretá, sus Notas Reversales y Normas Complementarias, bajo el título: “Inversiones comunes para propósitos básicos hidroeléctricos, luego de enumerar 12 componentes del proyecto, ofrece el costo original de Yacyretá: US$ 1.079.272.000 (2).
En otras palabras, en el momento en que el controvertido Sr. Menem tuvo el arrebato de cuestionar los derroches de Yacyretá, según su esquema de raciocinio, así como la información que manejaba, la primera conclusión es que al 3 de abril de 1990, ni el presidente argentino, ni su ministerio de Economía, ni sus representantes en Yacyretá, tenían la menor idea del destino de US$ 1.920.728.000, una cifra que triplica, y más, la que, según la versión oficial, necesitan hoy los administradores del proyecto para completar la obra.

¿Hubo tan solo un detenido por tan espectacular escamoteo a las arcas públicas? No. Desafortunada o afortunadamente para muchos, el Sr. Menem se apeó muy pronto de esa pose inquisidora e incluso se olvidó de su denuncia.
Sigamos con el esquema de raciocinio del ex presidente argentino, si el presupuesto o costo original del proyecto fue de US$ 1.079.222.000, el balance del 2003, según fuentes extraoficiales revelaba que la entidad binacional cargaba ya con una deuda de US$ 11.210 millones, o sea, US$ 10.131 millones más.
Claro, muchos saltarán e incluso se rasgarán las vestiduras ante tamaña heterodoxia. En efecto, varios puntos de esa planilla bendita están concluidos, específicamente las nominadas como “obras principales”.

Debemos apuntar también que otros siguen estancados en la fase de gestación, es el caso de las obras o diques de protección de la cuenca del arroyo Aguapey, el embalse de compensación de Yacyretá que, según especialistas como el Ing. José Luis Enciso, hoy víctima de la injusticia de los que administran la Comisión Mixta paraguayo-argentina del río Paraná (COMIP), es indispensable para mantener navegable el río Paraná, aguas abajo de la represa.
Tampoco completaron el punto 10: “reubicación y reconstrucción de áreas inundables (incluso las afectadas por el embalse de compensación), y muchos trabajos realizados exhiben las horribles marcas de la corrupción: la ineficiencia, la falta de calidad, etc.
Debemos admitir también que esos US$ 10.131 millones están absolutamente contaminados por los costos del atraso, más de 20 años si se contabiliza la intención original del Tratado.

No obstante, ¿qué administración de la binacional -incluso de ambos Estados propietarios- están en condiciones de discriminar con exactitud el monto invertido en la obra, qué suma fue asignada al pago de deudas, qué cantidad al funcionamiento de la entidad, así como la cuantía del colosal monumento a la corrupción?
Sin dudas, Sr. Presidente de la República, su promesa de “auditoría a profundidad” debe cumplirla alguna vez y, cualquiera le aconsejaría que cuanto menos tiempo pierda será mejor. Obviamente, para la República del Paraguay y para la República Argentina. No para la “oligarquía corrupta” que la esculpió, y que hasta hoy sigue impune.
La gran corrupción en Yacyretá es binacional, argentina y paraguaya. Recordemos que la Dirección Ejecutiva del ente siempre fue ejercida, legal y contra las leyes, por los argentinos. Por consiguiente, nadie puede escurrir el bulto.
El proceso de demolición de ese monumento al latrocinio puede comenzar conjunta o en forma separada. Hay experiencias, y herramientas. El Art. XX del Tratado es una de ellas. La Comisión Binacional de Fiscalización que se constituyó en 1991 es otra.
Las aguas del embalse podrán anegar tierras fértiles, bosques vírgenes, cuantiosos depósitos de lodo e incluso pueblos y ciudades, pero los hechos de corrupción, al monumento a la corrupción nunca.

(1) ABC Color, Economía, Pág. 11, 4/04/90
(2) Tratado de Yacyretá y Normas Complementarias. Anexo C, Planilla 1, Pág. 45. Asunción, 1991.
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