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Otrora, cuando la polución lumínica y el ajetreo urbano no eran problema, y la oscuridad de las noches permitía ver claramente la Vía Láctea, nuestros antepasados vivían pendientes del comportamiento de la Luna y las estrellas.
El satélite natural de la Tierra, más que inspiración romántica, guiaba las actividades más variadas, un legado de los guaraníes en conjunción con la cultura hispana que sostiene que la Luna ejerce una fuerte influencia sobre el hombre.
Dionisio González Torres, en su libro "Folclore del Paraguay", recoge algunas creencias y señala que "no se debe sembrar ni trasplantar durante luna llena o creciente; hacerlo de preferencia en menguante o luna nueva. Las maderas, los árboles no deben ser cortados durante luna llena y sí en menguante; de este modo, no son atacados por bichos taladradores. Las podas tampoco deben ser hechas en luna creciente o llena y sí en nueva o menguante".
Aunque hoy día casi no se tiene en cuenta en la práctica corriente estas situaciones, cualquier agrónomo sabe que, según la posición de la Luna (creciente o llena), el astro atrae la savia para arriba y los árboles están saturados de su vital líquido. Por tanto, si se corta en ese momento se perjudica la especie. En la cosecha de tacuaras, por ejemplo, es definitivo este procedimiento.
Lo que hacían los nativos
El Prof. Blas Servín, del Centro Astronómico Bicentenario, realizó todo un trabajo sobre el cielo de los guaraníes, quienes observaban mucho el cielo para sembrar o cosechar, porque un error de práctica significaba para ellos el hambre. "Ellos notaron que las estrellas regresaban siempre con el mismo clima. Por ejemplo, el Eichú (panal de abejas - Siete Cabrillas) al aparecer hacia el este en junio, anunciaba el regreso del ciclo agrícola. Hasta hoy se festeja esta época del año en Santa Teresita, Chaco Paraguayo, el Arete Guasu".
Así como veían a las Pléyades como un panal de abejas, algunas parcialidades indígenas veían a la Vía Láctea como el Mborevi rape (camino del tapir), animal nocturno que siempre trilla el mismo camino entre su guarida y un punto donde encontrar alimentos o agua. Era un animal muy relacionado con la agricultura en la América precolombina. Otras parcialidades decían que la Vía Láctea era el tape kue (viejo camino) por donde vinieron sus abuelos del espacio y un día todos regresarán, dice Servín.
Eclipses
Para los guaraníes existía un mítico animal, el Jagua hovy (tigre azul), que en ciertas oportunidades se tragaba a la Luna o al Sol. Al ver este fenómeno, danzaban y gritaban lanzando al espacio flechas y piedras para que así el Jagua hovy asustado escupiera de nuevo a sus astros y regresara la luz.
Las estrellas que componen la constelación de Orión o las Tres Marías, se trataba para los nativos de una madre viuda, acompañada de dos hijas, también viudas, a causa de las guerras y llorando su soledad en el cielo, explica el Prof. Blas Servín.
La Cruz del Sur era como un ñandu pysã (dedos de un avestruz); la constelación de Tauro era visto como el tupasy armaje (anda de la virgen), y así varias interpretaciones más.
Los fenómenos como la lluvia de meteoritos eran vistos por los nativos como un mal augurio que anunciaba la muerte de un gran jefe o mburuvicha, una guerra, epidemia de enfermedades. De allí que le pusieran el tan pintoresco nombre de Jasy tata repoti, que traducido sería algo así como "excrementos de las estrellas".
Mitos o realidades, los mismos próceres de la independencia habrían aprovechado la ausencia de la luna para el golpe revolucionario que nos dio la soberanía.