La supervivencia de la raza humana está ligada al agua, pero las fuentes de provisión de este líquido vital se están agotando y la población mundial aumenta con un ritmo tal que no existen garantías de abastecimiento para todos.
Esta situación ya es una realidad, no especulación. En países norafricanos el agua disponible apenas alcanza para cubrir el consumo mínimo de las personas. A esto debemos sumar que, en diversas regiones del planeta, anualmente mueren 3 millones de personas por enfermedades relacionadas con el consumo de agua de mala calidad.
Viviendo en Paraguay, estas cifras nos parecen lejanas. Aquí el agua existe en abundancia; basta con cavar un pozo en el patio de la casa para tenerla.
Sin duda alguna tenemos el privilegio de que la Región Oriental de nuestro territorio se encuentre generosamente regada por diversos cursos de agua, pero ¿se puede matar el agua? Si se puede, de hecho los cursos superficiales del Paraguay se encuentran seriamente amenazados por diversos tipos de contaminación.
Existen dos factores principales de riesgo:
1- Desechos cloacales: No existe una sola ciudad en el país que cuente con una planta de tratamiento de residuos. La totalidad de los desechos se depositan en los cursos de agua. Obviamente, a mayor número de habitantes, mayores consecuencias negativas.
2- Actividad agrícola: El uso extendido de plaguicidas y pesticidas está matando los cursos de agua. Las lluvias arrastran los agrotóxicos hasta ríos y arroyos, donde se depositan. El consumo de esta agua representa un grave peligro para la salud, pero los pobladores ribereños no tienen opciones para evitar el uso de estas fuentes de provisión.
El resultado de esta situación es la paulatina destrucción de los cursos superficiales de agua, que se convirtieron en herramienta de transporte de desechos.
Como es imposible vivir sin agua y ya destruimos los cursos superficiales, estamos apelando a nuestras reservas de agua subterránea. Estudios de la Dirección de Recursos Hídricos del Ministerio de Agricultura y Ganadería permiten comprobar la dependencia que existe en Paraguay de la extracción de agua.
Pero la contaminación externa terminará llegando hasta el interior del suelo. Toda la carga de desechos y tóxicos fluyen hacia las profundidades, con lentitud es cierto, pero el destino es inexorable.
Sin embargo, existe otra reserva que puede salvarnos de perder todo: el Acuífero Regional Guaraní, que está considerado una de las principales reservas de agua dulce del planeta. Allí podemos tener la solución y no ‘‘preocuparnos’’ por las consecuencias de la destrucción que estamos causando.
¿No preocuparnos...? Es absurdo pensar que el acuífero se encuentra a salvo, por el solo hecho de encontrarse en las profundidades. Al igual que en la superficie, los tóxicos terminarán llegando si no ponemos un límite al empleo de agrotóxicos.
El problema en Paraguay es que no existe una autoridad de aplicación que se ocupe del tema agua. Las responsabilidades están repartidas en diversas instituciones públicas, que trabajan sin ningún tipo de coordinación entre ellas. Cada una en su trinchera, carentes de una visión global de los problemas y desafíos que enfrenta el país.
El planeta se está preparando para hacer frente a lo que se denomina la crisis del agua. En Paraguay seguimos con el carnaval de destruir nuestras fuentes. Urge establecer una política de Estado dirigida a poner orden en la anarquía existente actualmente en el manejo de los recursos hídricos. Estamos hablando de supervivencia.