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La bandera, ese símbolo tan caro a los sentimientos de los habitantes de un país, que tanto placer da verla en los colegios, en las casas, en las inauguraciones, en los desfiles, en todas partes que representa o debería representar a todos los paraguayos.
Además de los sitios donde tradicionalmente su presencia da color y ánimo, sirve también para alentar a la selección paraguaya de fútbol, con sus colores que inundan los estadios y las mejillas de los hinchas.
Parecería que un país sin bandera es un país que no existe. Mostrémosla con orgullo, pues ella nos hace creernos parte de algo más grande que uno.
ORIGENES Y ESENCIA
Las banderas nacionales llevan los colores, escudos y símbolos del Estado que representan. Existieron desde la época más remota; la representación más antigua que conocemos es la que aparece en unas cerámicas pintadas que se encontraron en tumbas egipcias pertenecientes a los primeros tiempos de ese antiguo país. También tenemos noticia de las banderas utilizadas por las doce tribus de Israel.
En Grecia se usaron banderas desde los tiempos de Licurgo; cada ciudad-estado tenía la suya, en la que aparecían los distintos animales simbólicos. Los romanos también introdujeron en sus banderas la representación de diversos animales, como la legendaria loba, el mitológico minotauro, etc. El águila, que con el tiempo habría de convertirse en la característica representación de las glorias imperiales, apareció en la época de Mario. Famosísimo es el lábaro romano, que se usaba ya en la época de César, pero que adquirió su mayor importancia y trascendencia cuando Constantino, obedeciendo (según piadosa leyenda) a un mandato divino, mandó poner en él la cruz de los cristianos y el anagrama de Cristo.
En la Edad Media, la bandera ya apareció en su aspecto simbólico, con un sentido mucho más concreto. Sin embargo, por no haberse formado aún las definitivas nacionalidades, no tenía todavía una forma permanente, sino que cambiaba y se modificaba con las conquistas, las herencias, los entronques matrimoniales, etc.
Con la constitución definitiva de los países europeos en la Edad Moderna se llegó ya a la constitución definitiva de las naciones europeas, pero como en aquel tiempo el rey y el Estado eran aún una misma cosa, las banderas no podían ser consideradas todavía como verdaderamente nacionales, sino más bien como representativas de las distintas casas reales. Estas banderas, que podríamos llamar dinásticas, si bien se mantuvieron durante varios siglos, dieron paso, al correr de los tiempos y de las evoluciones políticas, a los colores propiamente nacionales; las armas y los blasones reales fueron reduciéndose de tamaño hasta ocupar tan solo el centro o un lugar destacado de las nuevas banderas representativas de la nación.
DE ESPAÑA A AMERICA
La bandera española ostenta los colores rojo y amarillo, dispuestos en tres franjas horizontales, con el amarillo en medio y fue creada por el rey Carlos III.
Antes, la bandera de España era blanca con flores de lis, o sea, los colores de la casa de Borbón; pero como en Francia reinaba la misma dinastía y utilizaba la misma bandera, para diferenciarla, Carlos III decidió formar una bandera nacional con los colores de su antiguo reino (Nápoles), que no eran otros que los de Aragón y Cataluña, constituidos por barras rojas sobre fondo amarillo. Esta bandera, tomada en su mitad únicamente, dio lugar a la de las dos franjas rojas y una amarilla. Inicialmente, esta bandera era utilizada por la Armada española.
EN LA AMERICA HISPANA
Las banderas de los países hispanoamericanos -con sus respectivos escudos- nacieron como consecuencia inmediata de la independencia de estos países.
La bandera mexicana ostenta tres franjas verticales: verde, blanca y roja; la venezolana consta de tres franjas horizontales: amarilla, azul y roja; la bandera chilena, roja y blanca con un recuadro azul; la brasileña es de color verde, con un diamante amarillo en el centro que encierra una espera azul con veintiunas estrellas; la argentina consta de tres bandas horizontales: blanca la del medio y azul celeste las otras dos. La blanca ostenta un sol dorado, antiguo símbolo de los incas, que representó para los argentinos el naciente sol de la libertad.
Nuestra querida bandera roja, blanca y azul se enarboló por primera vez el 15 de agosto de 1812, como símbolo de nuestro país independiente, pero antes de que se afianzara la tricolor -el rojo, blanco y azul-, varias fueron las banderas que representaron a la nacionalidad paraguaya, desde los primeros años de la independencia en 1811.
VIEJOS ANTECEDENTES
Conviene recordar que la nuestra tiene mucha relación con la azarosa historia de la madre patria, España: Allá por el siglo XVI, antes, incluso, de la llegada de los españoles a lo que es el Paraguay, en España se adoptó el distintivo de la casa de Borgoña, de la madre de Felipe el Hermoso -esposo de Juana la Loca-. Dicho distintivo estaba constituido por dos troncos de árboles cruzados en aspa, simbolizando el martirio de San Andrés, teñidos en sangre. Dicho emblema estuvo en vigencia en España hasta 1931, en que fue abolido por la Segunda República, aunque reapareció en el guión del príncipe de Asturias y desde 1975 en el del rey Juan Carlos I.
Con el advenimiento de la casa de Borbón, en 1700, la bandera principal se llamó la corónela, instaurada en 1707. Dos décadas después, se instituyó que la bandera corónela fuese blanca con el escudo de las armas reales y con el aspa de Borgoña, modalidad que continuó hasta 1843, en que la reina Isabel II instauró definitivamente la enseña roja y amarilla, instituida inicialmente durante el reinado del Borbón Carlos III para las banderas de embarcaciones de ese país, en 1785.
Desde entonces, la bandera roja y amarilla solo tenía la representación real en el Ejército, la Armada, las plazas fuertes y los edificios oficiales. Para otras instituciones había gran diversidad de banderas.
En las colonias, la cosa no era diferente. Luego de las gestas independentistas, la anarquía banderil fue tal, que, en nuestro país, se utilizaron varias banderas, en algunos casos al mismo tiempo.
Tengamos en cuenta que la disgregación del imperio colonial español fue la causa de la invasión napoleónica en España y la negativa de los súbditos americanos de someterse al poder francés -ni al inglés (pescador de río revuelto), ni portugués...-. Esa situación fue importante en la gestación de las banderas nacionales. En el caso paraguayo, los colores españoles no estuvieron ausentes en las primeras banderas: La primera de la que se tienen noticias fue una tricolor: rojo, amarillo (los colores de España) y el azul, el color de la bandera de la ciudad de Asunción.
Estos colores están presentes en las banderas de varios países americanos -Colombia, Ecuador, Venezuela-. El rojo y el amarillo, por la misma razón, aunque no el azul.
EL AZUL DE LA BANDERA
Cuando Napoleón I invadió España e impuso como soberano a su hermano José Bonaparte, este adoptó el color rojo para sus estandartes identificatorios. Como respuesta a esta invasión y cautiverio de Fernando VII -de ahí el juramento de lealtad al cautivo proferido por nuestros patriotas en aquel 1811-, se optó contraponer el color azul. Así surgió la bandera toda azul, con una estrella blanca en una de sus esquinas
LAS BANDERAS DEL PARAGUAY
Hablando de colores, en la profusión de banderas enarboladas en los años iniciales, siempre estuvo presente el blanco, que simbolizaba el color de la casa real preborbónica, al que se le dio el simbolismo de la paz. También lo estuvieron el amarillo y el rojo de la bandera española posborbónica. Con el correr de los años desapareció el amarillo y quedó el rojo, con el simbolismo de la justicia y el azul, elegido inicialmente como contraposición al rojo napoleónico del ejército francés invasor de la metrópoli, y al que se le dio, justamente, el simbolismo de la libertad.
La bandera tricolor, elegida por el Congreso nacional e izada el 15 de agosto de 1812, solemnemente adoptada por el Congreso nacional del 25 de noviembre de 1842, fue declarada pabellón nacional.
Desde entonces nuestra bandera ha presidido los grandes episodios nacionales y representa cabalmente nuestro afán y nuestra vocación como pueblo con nacionalidad definida y determinada.