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La fijación de un mecanismo de aplicación del precio al público del gasoíl a través de una fórmula transparente que involucre a todas las variables que inciden directamente en el costo de importación del hidrocarburo es el proyecto presentado por la Asociación de Propietarios de Estaciones de Servicios y Afines (Apesa) a los sucesivos gobiernos.
El planteamiento de los gasolineros, que no fijan los precios al público de los derivados de petróleo, pues eso corre por cuenta de las importadoras (de las privadas y también de la estatal Petropar), pretende que el precio del gasoíl definitivamente se divorcie del tema político. Históricamente, en el país el precio de este combustible se manejó políticamente y Petropar sirvió a los gobiernos de turno como fuente ilícita de obtención de recursos.
Apesa, desde tiempos inmemoriales, plantea que la cotización internacional del combustible y el dólar deberían ser los que establezcan el precio final del producto, de modo que cuando los mismos se eleven también suba el precio al público y cuando se reduzcan se traslade el beneficio a la gente en forma automática, y sin mayores traumas como siempre se da. Sin embargo, la corrupción empotrada en la petrolera estatal, que es la principal importadora del gasoíl, combustible que representa casi el 80% del mercado nacional, jamás permitió concretar en la práctica este mecanismo de fijación de precio, ya que incluso llegó a concretarse el marco legal por un lapso breve de tiempo, para luego fracasar y pasar de vuelta al olvido.
La fijación automática que ahora estudiará el Gobierno con relación al gasoíl tampoco resolverá el oligopolio que se observa en el sector, en especial con las naftas, combustible desregulado desde la década de los ‘90. Algunas pocas empresas privadas, junto a Petropar, se ponen de acuerdo para establecer los precios finales. Así, cuando reducen o alzan sus precios lo hacen coincidentemente en los mismos montos y en productos similares.
Esto quedó de manifiesto en la reducción de naftas y gasoíl que se concretó el viernes último, cuando todas se pusieron de acuerdo para bajar solamente el gasoíl común y la nafta económica, no así la “súper”, la de mayor venta.