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El instrumento fue firmado por los ministros de Relaciones Exteriores de nuestro país y Brasil de entonces, Raúl Sapena Pastor y Juracy Magalhaes.
La relevancia de este documento, según algunos especialistas, radica en que permitió que los dos países optaran por la construcción de lo que los brasileños llamaron “la obra del Siglo XX” y abandonasen la senda de la guerra.
Recordemos que meses antes, las Fuerzas Armadas brasileñas habían invadido Puerto Renato, en la zona en Brasil impugnaba la soberanía paraguaya.
Otros en cambio apuntan y denuncian que con el Acta de Foz de Yguazú, finalmente, el Paraguay debió aceptar el condominio con Brasil sobre los Saltos de Guairá, reclamada enfáticamente por nuestro país como parte de su soberanía territorial.
Asimismo, debe apuntarse que según su numeral IV, los países “concordaron”, por ejemplo, que la energía eléctrica eventualmente producida por los desniveles del río Paraná ...será dividida en partes iguales entre los dos países, siendo reconocido a cada uno de ellos el derecho de preferencia para la adquisición de esta misma energía a justo precio...”.
Con el Tratado de 1973, la distribución igualitaria fue letra muerta, el justo precio una quimera y el derecho de preferencia se transmutó en absoluto.
No obstante, debajo de las cenizas titila un rescoldo, el tercer párrafo del considerando el Tratado, que un pleito tiene mucho valor.