Rubio Ñu, un sentimiento aferrado a la tradición

El Club Rubio Ñu, un nombre grabado a sangre y fuego, en la trágica historia paraguaya, cumple 100 años de su fundación. El origen de su denominación es una exaltación a los niños paraguayos que participaron de la llamada Guerra de la Triple Alianza, una desigual lucha entre las fuerzas de Brasil, Argentina y Uruguay, en forma conjunta, contra el Paraguay de Solano López de 1865 a 1870.

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Es una paradoja muy cruel mencionar la guerra y hablar de fútbol. Rubio Ñu es un club, tradicional afincado en el distrito de Santísima Trinidad, en las adyacencias de Asunción, fundado el 24 de agosto del año 1913 y sus colores, verde y blanco, expresan libertad, esperanza.

Creció y se fortaleció al amparo de familias de los barrios San José, Santa Rosa, San Jorge, Puerto Botánico, María Auxiliadora, Golondrina, Loma Pytã, Estación Botánico, Tablada Nueva y tantos otros sitios que forman parte de la comarca trinidense, donde son símbolos perennes de la comunidad la iglesia, el cine Cañizá, Ycua Francia, Jardín Botánico y la cancha del Rubio Ñu, como siempre…

Recuerdo cuando mitã’i , que el predio estaba rodeado de mbokaja, ygue, estéticamente no era un signo de belleza, pero era la cancha del Rubio Ñu, ahí donde sábados y domingos, nos juntábamos para viajar en un “lefore” de la familia Mutti y acompañar al equipo, desde la cuarta común hasta la primera.

Son experiencias inolvidables, que responde al amor incondicional que germina en la infancia. Es el lugar de la convivencia cotidiana, los amigos de siempre, que incide en un gesto de amargo rictus o una amplia sonrisa, arañando felicidad. Rubio Ñu es un termómetro anímico.

En la vida hay valores inmutables. Siempre escucho aquello “cual pio es tu primer club” y el “segundo”. Nunca sufrí esa ambigüedad.

Siempre fui y seré de Rubio Ñu y quizás no lo puedan entender, pero yo los he visto jugar a “Che kamby porã” Morel, Néstor “Baby” Vallovera, Jovino Mendoza, Pastor Ortiz, Juan Maldonado, Evaristo Heyn, Coppari, Ricardo “kupi’i” Valinotti, Pedro Farías, Faustino Díaz, Alberto “Cara ancha” Benítez , Roberto Salinas, Amado Ibarra, Alberto “tiqui-tiqui” Jara Saguier, Olegario Rojas, Papi Churiri, Federico Ayala, Gumersindo Fernández, Sindulfo Rojas, Zunildo Aponte, Antonio Benítez, Manuel Paredes, Hernán Valdez, Antonio González, Quirú Quirú Samaniego, Aquiles Larrea, Manolo Echeverry, Virgilio Cantero, Humberto Molinas, Andrés “Lepy” Rojas, José “Akã pytã” Planas, José Escauriza, Sixto Quintana, Horacio Bertolín, Manuel Bogado, Ovidio Ávila, Roberto Ocampos, Luis y Óscar Bejarano, Doroteo Ojeda, Cipriano Romero, Gilberto Mutti, Guido Portillo, Óscar Meaurio, “Karendó” Benítez, Cleto Fretes, Alcides Sosa, Tachuela Martínez, Pedro Pascual Peralta, Widilfo Méndez, Nelson Egert, César Chávez , que luego sería Ortiz Aquino, Ka’i Galeano, Hugo Ríos, Darío Salomón Espínola.

El mismo “Puchi” Ruiz Díaz, hoy presidente del club, esas raras excepciones en que un jugador se inicia como tal en su club y accede a la máxima investidura. Hay muchos más que vistieron la casaca de Rubio Ñu, y que injustamente no vienen a mi mente. Soy afortunado. Los vi jugar en vivo y en directo y a muchos por los relatos de mi papá, también arquero del Rubio Ñu: Juan “Puchero” Benítez Bejarano.

Los mejores equipos albiverdes marcaron una trayectoria institucional y deportiva en los torneos de la liga, y Asociación Paraguaya de Fútbol, con los jugadores de la casa, del barrio. Hoy, han cambiado muchas cosas. Los jugadores se convierten en “ave de paso”… Sin embargo, verlo a Gustavo Viera, talento puro, nacido y criado, en el barrio San José, ahí pegado a la cancha o a Nery Cardozo, atiza nuestro orgullo.

Parece ayer cuando los escasas columnas con alumbrado público, muy parecido al sombrero de ala ancha, que se bamboleaban con el viento, alumbraban con su luz mortecina las arenosas calles de Santísima Trinidad. Era época de Ricardo Turia, que monopolizaba las siestas en la radio los bailables de Emisoras Paraguay con Gerardo Halley Mora.

Como una novedad se hablaba de la tele blanco y negro. O de la “gripe asiática”, que se mitigaba con el jugo de apepu, mientras en cancha del Rubio Ñu se escuchaba la voz de Máximo Ledesma y el conjunto de Lorenzo Leguizamón, con la imperecedera música, que debieran poner siempre antes de los partidos, que expresa ,una parte ” Es el grito de una raza que no morirá jamás…” Son pasajes de mi niñez que vienen a mi memoria

Rubio Ñu cumple 100 años. Estuvimos 29 años en el túnel. Casi del olvido. Hoy, como si tuviéramos un pacto con el quebranto, estamos peleando, como siempre, aferrados a esa casaca verde y blanco que produce tantas emociones y orgullo. Es muy difícil explicar, pero estamos acostumbrados a las tempestades. Llegamos al Centenario estoicamente de pie, con altivez, como prolongación del espíritu digno que amparó a centenares de familias del distrito de Santísima Trinidad. Muchos ya no están, pero Rubio Ñu se yergue modesta, pero inmortal. Así como soñaron sus fundadores, y que como tangible tributo, se les ofrece la infraestructura que modificó para siempre “La Arboleda”.

No hace mucho tiempo, mi hijo me preguntó si por qué era de Rubio Ñu, en un tono más bien de curiosidad que de interés. Me aparté cabizbajo. Pude haberle dicho es la identidad, es la conjunción del pasado y presente a la vez. Es el sentimiento de una comunidad, pero no tuve capacidad de reacción.

Un tiempo después, atiendo una llamada telefónica, apenas audible, por la lejanía: “Papá ganamos. Ganó Rubio Ñu”. Era mi hijo. Ese día, me consagré. Recordé a papá y a mi hermano, que ya no están. Existe la prolongación filial hacia el Bicentenario del club Rubio Ñu.

(*) Director de Comunicaciones de la Conmebol

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