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¿Qué pueden tener en común una odontóloga, una pediatra, una joven comunicadora, un bioquímico y cuatro administradores? “El amor por la naturaleza y el deporte”, responden casi al unísono Rocío Rabery, Natalia Gómez, Tania Sapoznik, Andrés Canese, Juan Gómez, Alejandro Suehsner, Mario Marmori e Iván Doutreleau.
Llevan años participando en carreras pedestres de asfalto y montaña, no solo en Paraguay sino también en Brasil y Argentina. Son aficionados, no ganan dinero por competir. Por el contrario, el trail (carrera de montaña) es un deporte que requiere una importante inversión económica –especialmente– en equipamiento técnico que en nuestro país no se encuentra.
Hallar el equilibrio entre lo que puede llamarse un hobby (o tal vez… una pasión), las ocupaciones propias del trabajo y las responsabilidades con la familia no siempre puede resultar fácil. Pero cada integrante de este grupo, entre sus múltiples ocupaciones, crea un momento para entrenar. “Mi hijo menor siempre me pregunta: ‘¿Mamá, ya corriste?’. Porque sabe pues que si corrí ya no voy a salir de casa”, comenta Natalia durante una entrevista concedida al diario ABC.
Ella y sus compañeros son conscientes de que cada minuto invertido en el deporte los acerca un poco más a un sueño que, hasta ayer, parecía lejano… casi imposible: el Ultra Trail de Mont-Blanc (UTMB).
“Es la meca de los ecoaventuristas. Toda la carrera en sí es espectacular: el trayecto, la gente, su cultura y la zona”, apunta Andrés Canese, quien corrió el UTMB ya en dos oportunidades. El grupo se nutre de su vasta experiencia, de sus consejos, y él logra –con su paciencia– aplacar la ansiedad colectiva sobre lo desconocido.
El sueño del pibe
Los 170 kilómetros a más de 3.000 metros de altitud entre Suiza, Francia e Italia –en la plenitud de Los Alpes– roban el sueño a cualquier corredor de aventura del mundo.
Y hay que decirlo: no cualquiera puede estar en el UTMB. Para la inscripción el atleta debió haber finalizado al menos tres carreras de 100 kilómetros en las que se otorguen puntos (se necesitan 15 en total) en un periodo de dos años. Natalia Gómez, Rocío Rabery y Juan Gómez corrieron, en dos ocasiones, el “Ultra Trail Guaraní”, que les sumó 5 puntos, y “La Misión” (de Argentina), que les acreditó otros 6 puntos.
“Nuestro sueño era llegar a ‘La Misión’, hasta que se dio en 2016 y nos fue demasiado bien a ambas. Y pensábamos: ‘Si se da La Misión, el siguiente ya tiene que ser Mont-Blanc”, dice Rocío. “Ese fue nuestro parámetro, nuestro punto de partida para saber si íbamos a aguantar el kilometraje, el tiempo, el equipamiento, para saber cómo iban a reaccionar el cuerpo y la cabeza. Porque llega un momento en que no hay un pelo que no te duela y finalmente es la cabeza la que ayuda”, agrega Natalia.
Una vez alcanzada la puntuación requerida, los interesados deben hacer la inscripción en la página web de la carrera y participar de un sorteo. Los paraguayos se anotaron como un único grupo y hace una semana la noticia más esperada llegó al correo electrónico: ¡Todos al Mont-Blanc! Si bien cada uno hará su carrera individualmente (a su ritmo, respetando sus pausas para alimentación, hidratación y descanso), viajar juntos los emociona.
“Es la primera vez que un grupo tan grande de paraguayos nos vamos. ¡Y que van tantas mujeres!”, comenta Tania, sin desdibujar la sonrisa del rostro.
El proceso
Siete meses separan a estos entusiastas corredores paraguayos de Chamonix, el pueblo francés en donde está marcada la largada del Ultra Trail de Mont-Blanc.
Como el grupo es consciente de que nunca podrá simular el terreno ni la altitud de esta montaña europea, se concentra en mejorar la resistencia aeróbica tan necesaria para este tipo de carreras de larga distancia. Las prácticas se realizan en el parque Carlos Antonio López, la Costanera de Asunción, el Jardín Botánico y cerros en ciudades del interior del país. Cada uno entrena a su ritmo y según su disponibilidad de tiempo. “No hay una fórmula. Todos somos diferentes, ejercitamos diferente y hasta nos recuperamos en diferentes tiempos”, relata Juan.
La aptitud física es clave, ya que, para un trayecto de 170 kilómetros, los atletas deben llevar consigo mochilas de hidratación, abrigos, gorras, medias para recambio, barritas energéticas, frutos secos y medicinas. Así también, a lo largo del recorrido la organización tiene siete puestos de avituallamiento en donde se proveen comida, bebida, sanitarios, masajes y atención de primeros auxilios.
“Una ampolla te puede hacer abandonar; hay que ir muy bien equipado”, menciona Andrés.
Un sponsor
No solo la suma de kilómetros es vital para correr un ultra. Los corredores destacan la importancia de un plan de alimentación recomendado por un nutricionista, el descanso apropiado y… ¡el ejercicio de la paciencia! “No hay otra forma. Vos estás corriendo en la montaña y, si desde la largada ya estás pensando en la meta, corrés un serio riesgo de abandonar. Hay que vivir la carrera paso a paso, con paciencia, disfrutar del paisaje y no pensar: ‘¡Este ya me pasó!’, ‘¡Ay, qué despacio estoy yendo!’”, señala Alejandro, quien ya participó del UTMB en 2016 junto con Andrés Canese.
Y mientras sigue la preparación, los ocho corredores paraguayos buscan empresas, organizaciones o personas amantes del deporte o de buen corazón dispuestas a dar cualquier tipo de respaldo económico. “Desde nutricionistas que nos quieran ayudar con la dieta hasta equipamientos, suplementos, geles o pasajes. Todo sirve, cada dólar suma”, dice Natalia.
El objetivo
¿Y qué podrían hacer estos corredores sin sus familias? Son las madres, los padres, las parejas e hijos de cada uno de ellos quienes los acompañan en las carreras, en los entrenamientos y los apoyan incondicionalmente en la conquista de sus metas. “Esto sería imposible sin ellos”, asegura Andrés.
“Este es un deporte extremo, se preocupan y te dicen: ‘¿Y qué pasa si te caés?, ¿y si te rompés?’. Pero siempre están ahí apoyándonos”, acota entre risas. “Mi familia está feliz. Me dijeron: el solo hecho de que vayas ya nos llena de orgullo. No importa que no termines. Obviamente, yo sí quiero finalizar”, declara Rocío, emocionada.
Con la cabeza puesta en la carrera, crece la ansiedad y sube el nivel de adrenalina. ¿Qué esperan de la carrera? “¡Terminar!”, coinciden eufóricos. Natalia detiene la charla y es contundente: “Yo quiero llegar, disfrutar y aprovechar”. “No hay un premio monetario. Todo se hace por el honor”, agrega Andrés.
“Esta es una herramienta para conocer lugares, para adentrarnos en la naturaleza. En mi caso, me demuestra lo que realmente puedo conseguir y lograr. Se trata de una superación personal: de demostrarse a sí mismo lo que uno puede alcanzar con sacrificio y trabajo. Se traslada también a otros aspectos de la vida. A veces pienso en mi trabajo: ‘¿Cómo me pude subir todos esos cerros y este pequeño problema no voy a poder resolver?’. Carreras así te hacen ver que sos capaz de hacer muchas cosas”, reflexiona a su vez Rocío.
El UTMB ya no es un sueño y estos paraguayos están dispuestos a entregar sudor y lágrimas porque… como dice el afamado ultramaratonista Kilian Jornet: “La gloria es lo más grande y solo se debe aspirar a la gloria o a perderse por el camino habiéndolo dado todo”.
sandra.ramirez@abc.com.py
@sandraparaguay