Nancy encesta en el cielo

Un día antes de la Navidad, Nancy González emprendió el camino hacia la eternidad y dejó un enorme vacío en la familia basquetbolística del Paraguay.

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Nancy fue una de las cinco hermanas González que le dieron brillo y gloria al baloncesto femenino, especialmente de Cerro Porteño, club en que militaron las cinco y alguna vez cuatro de ellas llegaron a jugar juntas en el equipo azulgrana.

Nancy, junto a sus hermanas Priscila, Aída, Ana y Fanny se constituyeron en referentes históricas del básquet paraguayo y marcaron un récord al haber formado parte de una misma institución. Vecinas de Barrio Obrero en tiempo en que la juventud buscaba en el deporte el primer punto para combatir el ocio, y apoyadas por sus padres, Priscila y Aída se cuentan entre las pioneras del básquetbol femenino paraguayo.

Aída fue, además, doble campeona sudamericana de 1952 y 1962, período en el que paulatinamente se fueron sumando sus hermanas, Ana, Nancy y Fanny, para deslumbrar con su juego en las inolvidables noches de básquetbol de aquellos tiempos.

Era Nancy una gran jugadora defensiva y talentosa distribuidora, arte que aprendió de su hermana Aída, y muy certera en lo tiros de media distancia. Junto con Fanny y la ya nombrada Aída, formaron parte de ese equipo maravilloso que se adueñó de seis campeonatos consecutivos, entre 1962 y 1967 para dejar un imperecedero recuerdo a la gran familia cerrista.

Al lado de las tres hermanas González, estaban también Alcira Llorens, Estelita López Mena y Luisa López, que fueron partícipes de los seis campeonatos.

El plantel fue enriqueciéndose y así llegaron sucesivamente otras grandes jugadoras, y el plantel fue enriqueciéndose y aportaron lo suyo en ese periodo fantástico. Jugadoras como Olga Quiñónez, Elisa Herecke, Dionisia Echagüe, Regina Sánchez, Celia Sarubbi, María Cristina González, Ester Ortiz y varias otras que la memoria ya no alcanza a contabilizar.

Fueron años de una grandeza inolvidable, de los cuales Nancy formó parte importante, dejando huellas imborrables a su paso. Hoy, cuando ya es un bello recuerdo que no volverá, queda transmitir los sentidos pésames a sus hermanas, a su esposo, Blas Antonio Castagnino, a sus hijos, Galo, Ruth, Sonia, Marco y Adriana, con la certeza de que su memoria perdurará en los corazones de quienes la conocieron y que su paso por la vida nunca quedará en el olvido.

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