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Al millón habitual de turistas anuales que visitan el Kremlin y la Plaza Roja, además de museos y otros sitios como los negocios de GUM, que poco envidia del Harrods de Londres, se sumarán los miles que arribarán por la gran kermesse de la FIFA.
Verán la nueva Moscú de calles peatonales, parques modernos, pistas de hockey sobre hielo, un metro lujoso, funcional y económico con señalización en inglés y otros idiomas y bares y restaurantes de moda.
San Petersburgo, segunda capital, europea y elitista, la ciudad de las “noches blancas”, a menos de cuatro horas de Moscú en el Sapsan (tren de gran velocidad), será seguramente la cita más turística, con sus monumentos y palacios y el célebre museo Hermitage.
La ciudad natal de Vladimir Putin tendrá el segundo estadio más grande del Mundial después del Luzhniki, el Saint Petersburg Stadium para 56.000 personas, tecnológico y de techo corredizo, pero centro de escándalos por sus ampliaciones presupuestarias.
La copa del mundo ya está en Moscú
La copa del mundo, el trofeo que levantará el ganador del Mundial el próximo 15 de julio, llegó ayer a Moscú, tras la mayor gira de su historia, de la mano del alemán Lothar Matthäus, campeón en 1990.
Matthäus, que trabaja ahora como comentarista, fue el encargado de retirar el velo que cubría el trofeo de 6,1 kilos de oro macizo de 18 quilates que se entrega a los campeones mundiales desde que lo levantara Franz Beckenbauer en Alemania 1974.
No se conformó con eso, ya que Matthäus cogió la copa como hace 28 años y la levantó por encima de su cabeza como si acabara de derrotar de nuevo en la final a la Argentina de Maradona (1-0) con gol de Andreas Brehme de discutido penalti en el minuto 87.