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Tras aquella turbulencia en la que algunos fanáticos, increíblemente, quisieron cortar el proceso de Garnero o devolver a Ale Silva a la MLS, hoy se puede decir que Olimpia les ganó a todos: a sus principales rivales y a una parte del público, que tomó con el peor de los pesimismos un par de empates a nivel local y aquel arranque copero sin triunfos.
Este Olimpia les ganó a todos, y estos tiempos triunfales, de un fútbol ostentoso, ambicioso y efectivo, con seguridad serán bien valorados en un futuro, a diferencia de este presente, en que todo transcurre tan rápido, que el hincha pocas veces se detiene a disfrutar del presente, sin reparar que estos ciclos no tienen retorno y, encima, no son pocos los que ya olvidaron aquella sufrida década sin títulos locales, en la que el balance anual era una mezcla de silencio y frustración.
Tras el triunfo que dejó en la banquina al eterno rival, con una segunda etapa en la que Olimpia no dejó ninguna duda en su superioridad sobre Cerro Porteño, los franjeados se vieron superados en Concepción, pero en una real muestra de carácter, salieron a flote tras estar dos veces en desventaja y se anotaron en octavos tras el agónico gol de Richard Ortiz.
Por eso, la parada contra Libertad era tan atractiva, porque tras ganar el superclásico con gran autoridad, quedaba por ver el mano a mano entre los de Garnero y los gumarelos, quienes dejaron pasar la posibilidad de pelear el título por negligencia propia, ya que el plantel de Chamot está en el mismo nivel de jerarquía que franjeados y azulgranas.
El juego tuvo dos claras premisas: para Olimpia, el último gran rival a vencer; para Libertad, quedarse con el invicto del inminente campeón.
Los gumarelos fueron avasallantes en el arranque, y tuvieron situaciones de todo tipo con la habilidad de Franquito, la velocidad del Pájaro y la clase de Tacuara.
Pero cuando la cosa está derecha, todo se simplifica, y el Cachorro Sánchez transformó en golazo su primer toque de balón.
En un primer tiempo para el recuerdo por el alto nivel de juego, Roque Santa Cruz le ganó por dos cabezas a Luis Cardozo y marcó una diferencia muy grande para lo que fue el trámite, diferencia que noqueó a los repolleros.
Y a pesar de las posibilidades de descuento liberteño, fue Olimpia el que una y otra vez empezó a coquetear con un nuevo gol, y en medio del show de ocasiones desperdiciadas por Montenegro, apareció la invención de un gran Ale Silva, que a medida que pasaban los minutos corría más y jugaba mejor.
El uruguayo puso el 3 a 0 decisivo, contundente, y al igual que en el clásico, el adversario se tuvo que rendir ante las evidencias del poder con el que cuenta este Olimpia.
Poder futbolístico, convicción y un gran orgullo para no sentirse nunca perdido, aun siendo superado en algunos momentos.
Así les ganó a todos, así cautivó definitivamente a una masa reacia al aplauso final, así se acerca a un tricampeonato improbable décadas atrás, y que será sumamente valorado en un futuro cercano.