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Una mala presentación terminó por derrumbar el sueño que tenían todos por llegar a las instancias decisivas de una competencia de la FIFA.
Fueron tantas las expectativas generadas por Paraguay en la etapa inicial –con pleno de victorias–, que llegado el momento de dar el salto de calidad, no apareció el juego colectivo. Como que cada jugador quería hacer su mejor partido, priorizando las acciones individuales por sobre la tarea grupal, que no se cumplió.
Gustavo Eliseo Morínigo eligió a los ligeros para atacar y la idea no funcionó, por la envergadura física de los norteamericanos, que tuvieron un generoso desplazamiento en el terreno, con una vitalidad que no se vio en nuestros muchachos.
Cuando el DT dispuso el ingreso de un 9, ya en la primera etapa, optó por Fernando Romero y no por Aníbal Vega, el ofensivo del Palmeiras que parecía se encontraba en mejor forma.
Los problemas fueron múltiples y el marcador habla por sí solo. Un elenco guaraní lento en el retroceso y que fue rebasado en sus laterales.
Fueron tres goles del efectivo Tim Weah y conversiones de Carleton y Sargent para la dura caída paraguaya en Nueva Delhi. Una despedida triste, con una imagen de impotencia de los protagonistas.
El proceso debe continuar, los atletas deben ir creciendo y el cuerpo técnico también necesita ir evolucionando, más aún con la nueva determinación dirigencial con la que Morínigo comandará todo el proceso de los juveniles, desde la Sub 15 hasta la 20.
El balompié paraguayo ha mejorado en técnica, la que debe ser acompañada actitud, garra, empuje, características bien nuestras que las dejamos de lado principalmente en los duelos definitorios.