La diosa fortuna les hizo un “guiño” a los azulgranas teniendo en cuenta que las tres conquistas consiguieron ganando en tres épicas finales a Olimpia, el tradicional adversario de todos los tiempos. En el 72 el resultado fue de 3-1 y en 1973, 1-0.
Aquel 1972 empezó con muchos conflictos para el entorno cerrista, ya que el entrenador de entonces, el argentino Néstor “Pipo” Rossi, antes de empezar el campeonato oficial separó del primer equipo al arquero Artemio Villanueva y al delantero Severiano Irala, dos ídolos de la afición azulgrana, productos genuinos de la cantera del club. Rossi fue contratado para la participación cerrista en la Copa Libertadores, cumpliendo el equipo buena gestión ante los equipos brasileños de São Paulo y Atlético Mineiro y el local Olimpia. Inclusive con posibilidades de clasificación para la siguiente etapa. Sin embargo la derrota ante Olimpia, por 3-1, echó por tierra toda posibilidad. Luego de ese partido los “bollos no estaban para el horno” y explotó una crisis, que afectó a la dirigencia, al entrenador y al plantel. A “Pipo” no le convenció la actuación del “arquero poeta” en la derrota ante el Decano y el “Taladro” cometió otro de sus acostumbrados actos de indisciplina al no asistir a una reunión pospartido, de ese mismo clásico, organizado por el cuerpo técnico. El entrenador en una conversación con el presidente Blas N. Riquelme y el titular del departamento de fútbol, Gerónimo Angulo Gastón, fue tajante: “o ellos (por Villanueva e Irala) o yo”. La dirigencia de Cerro creyó conveniente la transferencia de los dos jugadores, por considerar que sus respectivos ciclos en el Ciclón habían terminado. Villanueva fue negociado al fútbol colombiano y Severiano fue al Panathinaikos de Grecia, aunque regresó a nuestro fútbol al año siguiente para cruzar a la vereda de enfrente (fichó por Olimpia).
Otra de las frases célebres del inefable “Pipo” y muy difundida en aquel entonces, especialmente por los medios radiales, fue lo dicho al plantel antes del primer partido que debían jugar frente a General Caballero, en la Olla. “Tienen licencia para pegar (patear) hasta los primeros 15 minutos, que ningún árbitro les va a expulsar en ese lapso y menos si jugamos en nuestra cancha”, le había expresado Rossi, al plantel, unos días antes del debut en el campeonato. Y en ese partido sufrieron las consecuencias los pobres jugadores del equipo zeballense, pues a los 10 minutos el árbitro Antonio Montórfano ya había exhibido la tarjeta amarilla a casi medio equipo azulgrana, por jugadas fuertes, pero, efectivamente, no expulsó a ninguno.
Rossi había armado un equipo compacto para afrontar el campeonato. En el plantel seguía predominando la base de la magnífica conquista de 1970, y continuaban de ese equipo Justiniano Enciso, Antonio Gavilán, Valentín Mendoza, en la defensa; Carlos Jara Saguier y Saturnino Arrúa, en la zona de gestación; y adelante quedaban el “comodín” Adalberto Escobar y Pedro Alcides Bareiro. El atacante brasileño José da Silva (padre de Paulo), quien fue gran protagonista del título del 70, también fue utilizado en algunos compromisos. Además Rossi trajo de refuerzo a sus compatriotas José Néstor Meija, un volante mixto que se caracterizaba por su gran despliegue físico; al golero Héctor Corte, quien sobresalió en la conquista del 74; y a Mario Ricardo Berón, un goleador de raza y participante excluyente de las tres finales, al haber marcado goles en los tres cotejos.
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El arquero Alcides Báez igualmente fue contratado de Libertad, después de iniciar el campeonato Higinio Gamarra. Otros jugadores que vinieron de refuerzo fueron los exolimpistas Héctor Arzola (uruguayo) y Gustavo Torres, que venía con una gran historia a cuestas defendiendo al Decano y que fue gran protagonista en la tercera y decisiva rueda, al marcar goles importantes.
Otro exponente de la inagotable cantera cerrista que se estrenó ese año y que se destacó en el “tri” fue el lateral derecho Pedro “Peíto” Rodríguez, quien debutó ese año, sacándole el puesto nada menos que al argentino Héctor Rubén Santamaría, uno de los próceres del campeonato del 70.
Otro mérito de Rossi fue afirmar en primera al volante Juvencio Osorio y a Félix Fermín Marín, salidos de las inferiores de la entidad.
Al inicio de la tercera rueda y luego del empate, 0-0, ante River Plate el argentino fue defenestrado, siendo sustituido por Salvador Breglia, un soldado de la causa cerrista. Pero Breglia duró solo un partido, y al perder frente a Luqueño, por 2-1, también fue reemplazado.
Cerro tuvo que recurrir de nuevo a la sapiencia del brasileño Marcos Pavlovsky, ganador del título del 70, quien guió al Ciclón en las últimas seis fechas del torneo, rumbo a la obtención del campeonato
En la última ronda de la competencia llegaron igualados Cerro y Olimpia en 36 puntos y en la semana previa al clásico se tejieron muchas historias. La mayoría apuntaba a que habría arreglo para empatar e ir a partidos finales para definir el cetro, con la consiguiente ganancia económica, por la recaudación, en una época en la que no existía la televisación en directo de los partidos. Sin embargo, antes de los cinco minutos esa presunción quedó hecho trisas, porque el Ciclón ya ganaba por 2-0, con goles del “Nino” Arrúa (2 minutos) y de Pedro Alcides Bareiro (4’ y medio). El argentino Berón hizo el tercero en la segunda etapa y descontó Benito Sandoval, de un cañonazo, para dejar el duelo 3-1 para los azulgranas, que así dieron la primera vuelta olímpica de las tres en serie. Saturnino Arrúa fue el goleador del campeonato, con 17 goles.
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