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Así se presentó el VAR (árbitro asistente de video, en inglés) en el Mundial. Ausente durante los primeros dos días en los cuatro encuentros, inclusive cuando su presencia fue requerida en la previa del primer gol de Diego Costa en el mejor partido de la fase de grupos entre España y Portugal. Decidió aparecer al día siguiente, en Kazán, en su jugada preferida: el penal. El defensor australiano Joshua Risdon barrió y también se llevó al francés Antoine Griezmann. Emerge la dupla rioplatense. El argentino Mauro Vigliano desde el camión en Moscú –donde siempre está la sala de monitoreo sin importar la sede del juego en cuestión– le avisa al uruguayo Andrés Cunha, que había aplicado el “siga siga”. La nacionalidad no es coincidencia. Conmebol fue la primera Confederación que abrazó –como tantas otras medidas de esta FIFA– la idea del VAR en el fútbol. La historia que siempre le guiñó el ojo a “Les Bleus” con las innovaciones (gol de oro en el 98, tecnología de línea de gol en el 14), volvió a otorgarle el primer penal-VAR del certamen.
El récord histórico había sido de 18 penales en todo un Mundial. A falta de un cuarto de competencia, cerramos la fase de grupos con la impactante cantidad de 24 penales (7 del VAR). A esta altura del campeonato en Sudáfrica y Brasil, teníamos 10. El que superó la marca antigua fue otro árbitro sudamericano: el paraguayo Enrique Cáceres. En el partido Portugal-Irán, el VAR lo expuso. Sus errores en los penales lo mostraron vulnerable. Evitó el mal mayor: no expulsó a Cristiano Ronaldo para respetar una de las premisas del VAR: mínima injerencia en el juego.
Esa última fecha de la fase de grupos marcó un punto de inflexión. Hasta entonces, la palabra final era del VAR, más allá del protocolo que dice lo contrario. Desde el pasado lunes hasta el jueves, vimos la reacción de los árbitros en cancha ante el VAR, que aceptaban la revisión, pero se mantenían en su decisión. Pierluigi Collina, exárbitro y jefe del departamento arbitral, explicó que había necesidad de recurrir ante el incesante pedido de jugadores y técnicos. Y volvió a repetir la sagrada premisa: la última palabra es del árbitro en cancha.
A pesar de que la tecnología es objetiva, la aplicación seguirá siendo selectiva y, por ende, subjetiva. Lo sufrieron Inglaterra, Suecia y Serbia ante Túnez, Alemania y Suiza, respectivamente. A diferencia de lo que se cree, su fin no es hacer justicia, sino evitar el escándalo. Si se logra lo primero, mucho mejor. Se lució en tres jugadas. El claro penal a favor de Suecia ante Corea, el penal anulado de Brasil ante Costa Rica y el gol convalidado de Corea ante Alemania. El primero lo sufrí, y el último lo disfruté. El invitado se volvió “player”. La fiesta no volverá a ser la misma sin él.