El origen del conflicto

¿Dónde empezó el conflicto?, ¿en aquel empujoncito de Tomás Rojas a Patiño? dando inicio a un gran contragolpe que iba a desembocar en el primer gol de Sol. O en aquella patada de Otálvaro a Villagra allí donde nos duele a todos, que tuvo que haber sido expulsión para el colombiano.

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O podría ser en aquella escapada del propio Rojas, cuya gran definición fue invalidada por uno de los asistentes, señalando una posición de adelanto muy poco visible.

O quizá en el entorno de Para Uno, siempre sonoro y caliente, en un juego que en su nacimiento mostró una gran diferencia de velocidad entre azules y franjeados.

Lo cierto es que el árbitro Juan Gabriel Benítez, como tantos de sus colegas, pareció cargarse de sus errores en las jugadas citadas anteriormente, y no hay peor cosa que un juez dudando de sus propias decisiones en un partido de alto voltaje.

Es lo que por deducción y experiencias anteriores, se puede citar como el origen del conflicto que envolvió la tarea de Benítez, un árbitro con rasgos interesantes, que siempre busca agilizar el juego y con una aceptable interpretación de los contactos y roces que se dan en un campo, pero, crucificado por sus propias dudas, el partido se le fue a la gran... siete.

En el momento de expulsar al arquero Ortiz, momento determinante de la noche en Para Uno, ya se lo notó desencajado al juez y sin caer en la complejidad de un peritaje sobre lo que pudo decirle el arquero tras la primera amarilla, el rostro del juez en ese momento dejó entrever un nerviosismo inocultable.

Y por si todo eso era poco, “Pinti” Álvarez se aprovechó una vez más de la flojísima defensa franjeada, a la que esta vez no pudo salvar Alfredo Aguilar.

A esto sobrevino la expulsión del DT Marecos, el descuento sobre el final de Montenegro, que fue fundamental para que Olimpia vaya a vestuarios pensando en que evitar la goleada era posible.

Una perlita para describir el estado emocional del árbitro, de los siete minutos que ordenó adicionar, solo se jugaron seis, en otra movida extraña.

Nos imaginamos las charlas en el entretiempo, con Garnero arengando con todo para mantener el invicto aprovechando la diferencia numérica y con Mareco craneando como aguantar el tropel franjeado, buscando rescatar a sus hombres del sentimiento de despojo con el que terminaron la etapa inicial.

Y así salieron a jugar la complementaria, en la que Sol jugó como una verdadera víctima, muy tirado atrás, agazapado pero sin salida, haciéndole un gran favor al equipo de Garnero, al no seguir desnudando sus grietas defensivas.

Una postura ultraconservadora que alimentó la posibilidad del empate decano, con dos anotaciones que Ortega sacó de la galera sobreponiéndose a sus limitaciones físicas.

Hasta pudo ganarlo Olimpia, Willy casi marcó un golazo y Leguizamón se perdió la chance de cambiar silbido por aplausos con un fallido cabezazo sobre el final.

Un 3 a 3 repleto de todo, frustrante para Sol y con un alivio sin lugar para grandes festejos por el lado de Olimpia, conflictivo de principio a fin con un visible origen, las dudas sobre sus propias decisiones de Juan Benítez, que terminaron hundiendo la tarea de un árbitro que tuvo su gran bautismo de fuego, en esto de los escándalos dentro de una cancha.

federico.arias@abc.com.py

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