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“La película nace como una manera de testimoniar un gran cambio que tuve hace seis años, a partir de abrir las posibilidades hacia una vida más espiritual”, señaló a nuestra hoja el exdeportista.
Siguió diciendo: “Tenía unas ansias de superación y búsqueda de resultados, con un espíritu competitivo muy alto. Eso se mezcló con un poco de idolatría, que fue bastante enfermizo porque lo llevé incluso a un plano laboral, buscando la excelencia en todo, pero de un modo exacerbado”.
Continuó: “Siempre me interesé por el prójimo, pero desde mi escritorio. Yo daba, pero no me daba yo. Terminé con un grado de estrés alto. Por más logros que tuviera, siempre me sentía vacío, insatisfecho. Pasé 22 días sin dormir, después de eso, en una madrugada, decidí pedirle socorro a Dios, cosa que yo no concebía, porque creía que lo tenía todo y no necesitaba pedirle nada a nadie”.
Marcelo añadió: “Ocurrió una gracia en mi vida, en la renovación carismática católica. Estudié teología y voy camino al diaconado. Realmente fue la mano divina la que me sacó de ese pozo en que estaba. La mundanidad fue quedando atrás, dando paso a la espiritualidad”.
La película “Felices los que lloran” acaba de ganar dos premios “Pez de Plata” en el festival de Cine del Vaticano, como mejor película y mejor dirección. Ya está nominada para otro festival internacional anual, en octubre próximo en Washington. “Como nadador, lo último que hice fue ganar en el 2009 dos medallas, de bronce y plata, en el Mundial Master en Sidney, y ya no haré competencias”.