La vida “Cavernícola”

Militó en los cuatro clubes más ganadores de nuestro fútbol y fue campeón de la Copa Libertadores, la Supercopa y la Recopa con Olimpia. Un deportista cordillerano que disfruta la vida a su estilo, en soledad. A continuación la historia de Felipe Nery Franco, el “Cavernícola”.

Felipe Nery Franco, el “Cavernícola”
Felipe Nery Franco, el “Cavernícola”Archivo, ABC Color

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De acuerdo a su documento, Felipe Nery Franco Duarte vino al mundo el 27 de octubre de 1958. Sin embargo, su fecha de nacimiento real es 26 de mayo de ese mismo año. Si en esa época se contaba con la tecnología que existe en la actualidad, los errores del personal del registro público hubiesen sido más frecuentes con tanta distracción, sobre todo por la utilización del teléfono móvil.

Es hijo de don Carlos y doña Eugenia. Eran 12 hermanos, algunos de ellos ya fallecidos. “Nuestros padres nos dieron buenas enseñanzas y seguimos el camino que nos marcaron”.

Originario de Itacurubí de la Cordillera. Los pasos iniciales con la pelota los dio en su ciudad, en el Club Cordillerano, desde donde vino al Independiente de Campo Grande. Vivía en la casa de un dirigente, en Jardín de Francia, rodeado de flores. En 1981 dio el primer gran salto en su carrera, pasando a Cerro Porteño, en donde ganó experiencia para dar inicio a su largo periplo internacional. Inicialmente pasó por tres clubes españoles, Elche, Cartagena FC y Salamanca. Sobre el cierre de su carrera defendió de nuevo a otros dos elencos ibéricos, Dénia y Aspense.

También tuvo un productivo ciclo en Colombia, en el Unión Magdalena y el Cúcuta Deportivo, entre 1987 y 1989. Su vuelta a nuestro medio fue para empaparse de gloria con el Olimpia. En 1990 logró con el Decano el título de la Copa Libertadores, además de otras dos estrellas.

Igualmente militó en Guaraní, Humaitá de Roque Alonso, Libertad, con el que se salvó del descenso producto de una remontada en el tramo final de la temporada y tuvo una segunda etapa en Cerro, hasta que se le presentó la posibilidad de emigrar nuevamente y fue a Ecuador, al Técnico Universitario de Ambato.

“Me retiré a los 40 años”, en la Madre Patria, después de haber alcanzado un gran rendimiento. “Era centrodelantero de área, con potencia, velocidad y pegada”.

En la selección tuvo una breve etapa. “Estuve en 1993 en la preparación para la Copa América de Ecuador, bajo el comando de Sergio Markarián. Disputé algunos amistosos, pero una lesión me dejó afuera”.

En 1999 terminó el curso de dirección técnica y conduce a clubes del interior. “Tengo mi pequeño negocio aquí en Luque (compañía Makaí) que lo tengo que cuidar y cuando hay tiempo agarro algún equipo. Es un pequeño bar, me dedico a los comestibles, las comidas rápidas como se dice”.

Gracias al deporte pudo llevar una vida digna. “El fútbol me ha enseñado muchísimas cosas, valores que uno con el tiempo dimensiona y justifica para salir de este país que tanto queremos. Cuando uno sale al extranjero aprende cosas, al mismo tiempo conoce a gente importante. No me quejo de lo que gané”.

El paso del tiempo le permitió reflexionar. “La vida de futbolista es corta. Si te manejás mal, probablemente te vaya mal. En mi caso estoy viviendo de lo que hice antes”.

La diferencia entre los dos más grandes de nuestro balompié. “Son muchísimas. Estar en Cerro fue muy importante, había buena gente, el presidente era el padre de los Zapag, don Abraham. Hasta ahora me llevan en cuenta en esa institución tan popular”.

“Y Olimpia ya sabés, un club preparado, con un presidente absolutamente ganador como Osvaldo Domínguez Dibb, que te da ese apoyo que uno necesita y eso obliga a un futbolista a esmerarse para tratar de cumplir. Afortunadamente mi paso fue buenísimo, con títulos internacionales, la Libertadores, la Supercopa, la Recopa”.

En su época escolar le costaba inclinarse hacia uno u otro sector. “Los partidos eran entre Olimpia y Cerro. Entonces había que elegir y jugaba por Olimpia. Cuando fui profesional, no tenía en cuenta los colores, siempre con respeto y agradezco la oportunidad que me dieron para demostrar mi juego, también a Guaraní y Libertad por la oportunidad”.

El sobrenombre del “Cavernícola”. “Creo que fue Julio González Cabello el que me puso y considero que por algo te ponen. Lo agarro bien, normal. Mis amigos cuando me ven me dicen cariñosamente ¡Cavernícola! La gente mayor cuando va con los niños le dice a los menores ahí está Cavernícola y les recuerda mi pasaje futbolístico”.

A diferencia de otros atletas de alta competencia, principalmente relacionados al deporte rey, que no pueden llevar una vida social “normal” por la fama, Felipe nunca sufrió acoso, a pesar de ser un goleador, muy requerido por la prensa.

Se casó en España con Isabel y producto del amor nació Carla Giovana (31). La pregunta obligada era si para conquistar a su esposa debió emplear la famosa técnica del “porã ro’ópe”, que consiste más bien en imponer el poder del físico exuberante del atleta, con el abdomen marcado y la belleza en general, para evitar gastar tanto dinero en ese proceso sentimental, en el que el paraguayo recurre a la frase “nos estamos conociendo”. La respuesta fue: “Y... no sé cómo contestarte. A veces uno de pronto consigue cosas con conversación, simpatía, por el trato, pero hay que preguntarle a ella. Así como dicen que mujeres feas no existen, creo que hombres feos tampoco existen. Es cuestión de gusto, no hay quien no tenga pareja”.

La relación se volvió conflictiva, se fue desgastando con el tiempo. “De común acuerdo nos separamos y luego nos divorciamos, hicimos el papeleo”. Pero todo fue por incompatibilidad de caracteres, para que no se piense que fue por celos..., de parte de ella.

vmiranda@abc.com.py

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