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Eulalio Alberto Mora Barreto nació en Trinidad el 10 de diciembre de 1961. “Aún vivo en Trinidad, en el lugar conocido como Barrio Chiquito, cerca del IPS”, nos cuenta, y agrega: “Viví también en alquileres, pero en el 82 ya me instalé en mi casa propia, donde estoy pasando estos días que no son nada buenos para el trabajo y otras actividades. Está muy complicada esta situación que se da con este virus que apareció y nos afecta a todos sobre todo en la economía”.
Al reseñar sus comienzos en el fútbol, que le dio fama, Eulalio, señala: “Yo empecé en la escuela de fútbol del club Nacional. Con 13 años, ya fui a Guaraní, donde comencé en la División Cadete. Luego jugué en la Infantil, y muy pronto me subieron a Primera. En la Juvenil ya no jugué; estuve poco en la Reserva, casi nada, y con 16 años ya pasé a la Primera del club Guaraní”.
En cuanto al técnico que lo promocionó a Primera División, el exdelantero, indica: “Era entonces Carlos Sanabria. Él fue quien me subió a la Primera; luego renunció sin que yo debutara aún, y llegó Carlos Arce. Él me hizo debutar, y en el 81 fui goleador del campeonato oficial, con 14 goles”.
Acerca de su puesto, apunta: “Siempre jugué de centrodelantero. En las Inferiores fui goleador en la división Cadete en el 77. Ni recuerdo cuántos goles hice ahí, porque fueron muchísimos”.
Llegada de Cayé y el título
A mediados de la década del 80, el Aborigen alcanzó su pico más elevado, con la conquista del campeonato de la División de Honor de nuestro fútbol. El año 1984 fue tocado por la varita mágica de alguien que fue gran futbolista paraguayo, que fue estrella en el fútbol español y, como entrenador, alcanzó notoriedad: Cayetano Re.
Eulalio Mora vivió aquella gesta aurinegra, y la recuerda: “El 84 fue un año maravilloso para Guaraní. Llegó Cayetano Re, les dio de baja a unos cuantos que estaban en el plantel y escogió a los jugadores que le serían útiles. La mayoría de los jugadores que eligió Cayetano era del club. Casi no se contrataba jugadores de afuera. De a poco, se iba completando el plantel. Subieron Virginio Cáceres, Luis Caballero (fallecido, padre de Luis Nery), Julio César Franco; la mayoría había estado en la Reserva en el 83, y para ese año Cayetano los llamó a Primera”.
Al igual que otros jugadores que fueron dirigidos por Cayé, Eulalio no encuentra palabras para elogiar la calidad humana y profesional del entrenador. “Cayé era una maravilla como entrenador; eso es lo que puedo decir. Muchos técnicos tuve en mi vida, pero otro como Cayetano nunca encontré. Demostró toda su capacidad, y fuimos campeones. Te enseñaba hasta los pequeños detalles que te hacen ganar un partido. Era un fuera de serie en verdad”, dice.
En ese orden, prosigue: “Se formó un plantel muy bueno ese año. Era un equipo compacto, que tenía también suplentes de lujo. Nadie sentía que había titulares y suplentes, porque todos éramos como uno en el grupo. Por ejemplo, Javier Villalba era un suplente de superlujo. Casi todo el campeonato fue suplente, y en la finalísima por el título que jugamos frente a Olimpia él entró y cambió la historia de ese partido”.
Hablando de ese encuentro decisivo ante el Decano, indicó: “Jugamos aquel partido durísimo contra Olimpia, que buscaba el hexacampeonato con un equipo de estrellas. Ganamos 4-2, pero no fue nada fácil. Ahí fue importantísimo Javier Villalba”.
Agregó: “Perdíamos dos a cero en el primer tiempo. Muy pronto nos hicieron los goles, y parecía que todo estaba en contra de nosotros. En el segundo tiempo entró Javier, y marcó dos goles. Yo marqué uno y Óscar Giménez, el tercero. Le quitamos a Olimpia el hexa, pero fue difícil remontar ese dos a cero en contra. Olimpia tenía jugadores experimentados que marcaban presencia. Remontar ese marcador de dos a cero fue una cosa extraordinaria. Cayetano Re tuvo el 80% del mérito para eso, creo yo. La categoría que él tenía para hacernos sentir que podíamos era impresionante. En el entretiempo nos metió en la cabeza que ese partido teníamos que ganar, y que seríamos los campeones. Y salimos en el segundo tiempo a liquidar prácticamente a Olimpia”.
El desafío fuera del país
Otra reseña: “Luego fui al Tolima de Colombia, en el 85. Yo era el único paraguayo ahí. Estuve un año a préstamo. Siempre me cedían a préstamo y mi pase era de Guaraní. En el 87 estuve en el Elche de España, y en el 88 volví a Guaraní. En el 89 regresé a España para jugar en el Cádiz. En el 90 fui prestado a Colegiales, y nos clasificamos para la Copa Libertadores. No jugué esa Copa con Colegiales porque volvió Cayetano Re a Guaraní y pidió por mí”.
Sigue recordando: “En el 91 Guaraní ya me vendió definitivo al Bolívar de La Paz. Jugué ahí hasta el 92, y Bolívar me cedió al Cobresal de Chile. De ahí volví para Libertad en el 93. Jugué poco en Libertad, hasta que se rescindió el contrato y fui a Humaitá de Mariano Roque Alonso, que había ascendido a la División de Honor. Ahí terminé mi carrera futbolística en el 95”.
Sobre lo que vino después, refiere: “Me inscribí para hacer el curso de técnico, pero no continué. Luego del fútbol, empecé a trabajar como taxista. Chemboliga lo mitã, y compré un auto para el taxi. Yo mismo manejaba, y trabajé en eso tres años más o menos”.
En cuanto al fútbol actual, opina: “Me gusta el nivel actual. Suelo ir a la cancha porque me gustan los partidos. Si no me gustaba, no iría. Recuerdo que en un tiempo no se veía buen fútbol, pero creo que se mejoró. Eso sí: falta un proceso para que el fútbol paraguayo vuelva a tener preponderancia internacionalmente”.
En ese sentido, apunta: “A mí me gusta mucho el técnico Costa, de Guaraní. Me gusta cómo vive los partidos. Me comentaron que trata muy bien a los jugadores. Es importante el buen trato del entrenador, porque así los jugadores responden. Más aún en nuestro fútbol. Yo conozco el carácter de los jugadores paraguayos, y si alguien le trata mal, ya no está a gusto”.
Por último, de su entorno familiar y el contacto con sus excompañeros, Eulalio manifiesta: “Tengo cuatro hijos grandes: tres mujeres –dos casadas y una soltera– y un varón –soltero, que vive en Grecia–; y cinco nietitos, los dos más chicos siempre están conmigo. Trabajo con mi hija en un comedor y, como Roberto Carlos, tengo un millón de amigos. Suelo jugar torneos con los muchachos y mantengo contacto con mis excompañeros y los colegas”.