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El sacerdote Rafael Elizeche levantaba su sotana y le daba un puntapié a la pelota haciéndola botar dentro de la canchita de la antigua iglesia Virgen del Rosario del barrio Sajonia. Detrás de ella, corrían chiquilines entusiastas ávidos de darle al balón. Uno de ellos era Francisco Rivera Miltos, nombre no tan conocido para la afición deportiva del país, como el de “Pancho” Rivera.
Nacido el 15 de mayo de 1952 en Asunción, “Pancho” formaba parte del semillero del Pa’i Elizeche, quien fomentaba el fútbol en la canchita de su parroquia cercana al Deportivo Sajonia. “Nací en el barrio donde pasé mi infancia y hasta hoy sigo viviendo ahí”, señaló al comenzar el diálogo con nuestra hoja. En la iglesia Virgen del Rosario había una canchita de donde salieron varios jugadores afamados del fútbol paraguayo. Nuestro ejemplo, para los más jóvenes eran jugadores como Mario Jacquet y Américo Fleitas, de la generación de los cara sucias del Nacional. Ellos eran mayores que nosotros. El padre Rafael Elizeche organizaba el fútbol en la canchita por divisiones. Los más chicos eran Mbarigui, después venía Microbios y luego Chicos. Ahí nos daban las camisetas y los equipos se distinguían por los colores”.
“Pancho” siguió diciendo. “De mi edad estaban en ese grupo, Silverio Troche, Hilario Fleitas, Fernando Rojas, Isidro Aguayo, todos del barrio. Como condición del Pa’i para jugar, todos íbamos a la misa obligatoriamente. El comprobante de asistencia era un sello que nos ponían en el brazo. Los domingos eso era sagrado. Pero también estaba la motivación y era que el campeón del torneo viajaba. En esa época llegamos a ir a Curitiba, San Pablo y Río de Janeiro. La ruta era asfaltada hasta Eusebio Ayala nomás y se cruzaba el río en balsa por Presidente Franco. El premio de viajar era lo que todos perseguíamos”.
Agregó: “En esa época tenía, 9, 10,11 años. Un poco más grandes ya jugábamos en el Deportivo Sajonia. Yo me fui a Olimpia, con 13 años en la división Cadetes. Troche y Fleitas se fueron a Sol de América, y Aguayo y Rojas se fueron a Cerro Porteño. En mi primer año en Olimpia fui campeón en Cadetes y yo era el capitán. De esa camada llegaron a Primera Eudoro Eleno Ríos, uno de los más recordados. En la división Aspirante (16/17 años), también fui campeón con José de la Cruz Benítez, Crispín Verza, Miguel Ángel Torres, quien falleció”.
Su historia con el Chema Rodríguez
En cuanto a su puesto dentro de la cancha, Rivera indicó: “Siempre usé la camiseta número diez. Era lo que hoy llaman enganche. Yo soy diestro. Siempre se le daba la número diez a los más habilidosos, a los armadores. La única vez que no usé la camiseta diez fue con la selección nacional cuando fui convocado por el técnico Chema Rodríguez. En Montevideo, por la Copa Artigas contra Uruguay, me hizo jugar de ‘ventilador’, según me dijo, por derecha con la número 7. También me cambió la función porque en el mediocampo estaban Gustavo Benítez, Luis Torres y Hugo Enrique Kiese. Ganamos uno a cero ese partido con gol de Clemente Rolón y trajimos el trofeo. Los periodistas uruguayos preguntaban, quién es ese ventiladorcito, por mí”.
Retrocediendo un poco, recordó: “En Olimpia, con 20 años no podía debutar en Primera por la cantidad de grandes jugadores que había. Un dirigente de Olimpia me llevó a Paraguarí, para jugar en el Sudamérica, en el 70. Habían subido a la Primera de Olimpia, Crispín Verza y Carlos Diarte. Nos quedamos sin subir Miguel Ángel Torres y yo. Con la selección de Paraguarí jugamos las finales del Interligas en Asunción. En un partido metí tres goles contra Paranaense. Jugamos la final del campeonato y perdimos contra Central”.
Añadió: “De ahí volví a Olimpia, que era dueño de mi pase. Me dieron un poco más de espacio y en el 72 debuté en Primera contra Hayes. Ganamos 4-1, en un gol de Verza, quien hizo dos goles, yo le chuleé a toda la defensa, le pasé y él empujó. Un diario tituló sus palabras diciendo, me dijo tomá meté y le hice caso”.
Siguió recordando al uruguayo José María Rodríguez: “Para mí fue una odisea. Tuve el debut soñado y para el siguiente partido, ni de suplente me puso el Chema. Se habían recuperado Américo Godoy, Benicio Ferreira, Pavón y volvieron al equipo. El que me ayudó a levantar mi moral fue Benicio Ferreira. Aguanté ese momento pero todo el 72 ya no jugué de titular, estaba de suplente, en la Reserva y eso me sacaba las ganas”.
Luego dijo: “En el 73 volví a jugar en el equipo de Olimpia y marqué varios goles. Eran los años del tricampeonato de Cerro Porteño (72, 73 y 74). En ese año, metí unos 5/6 goles, jugamos una final con Cerro pero fui suplente y no llegué a entrar. No podía consolidarme en el equipo, tenía 21 años pero no perdía la confianza. Terminó el año y fui premiado como revelación del Olimpia. Eso fue una motivación para mí. A fin de año trajeron a varios jugadores y llegó don Aurelio González para dirigir. Al comienzo del 74 se acercaron dirigentes de Luqueño a pedir por mí y Olimpia cedió mi pase a Luqueño por dos años”.
Y ya en Luqueño: “Ahí fue distinto porque jugaba seguido. En el primer año, salimos terceros. El centrodelantero era Fermín ‘Zapatazo’ Cabrera. Los dos habíamos ido del Olimpia a Luqueño. En el 75 salimos vicecampeones”.
Volvió a mencionar al Chema: “Se formó la selección para la Copa América y otros partidos de la selección. El técnico era el Chema Rodríguez, quien me había hecho debutar en Olimpia y después ni de suplente me puso más. Y él me convocó para esa selección y jugué Copa América de Ecuador y luego en la de Colombia, entre otros partidos por trofeos con Uruguay y Argentina”.
Contó su anécdota: “Yo tenía esa espina con el Chema, por lo que pasó en Olimpia. Después de ganarle a Uruguay aquel 1-0 por la Copa Artigas, tuvimos un agasajo en la embajada. Tomé unas copitas de vino para animarme a preguntarle al Chema, cuál fue el motivo por el cual me marginó después de mi debut en Primera. Y estos rioplatenses son vivos. Me vio caminar hacia él y se me adelantó. Yo sé para qué venís, me dijo y ya sabía de lo que se trataba. Le pregunté y me dijo, tenés que comprender, los jugadores que estaban frente tuyo, cuando seas técnico vas a saber”.
Frustrado sueño europeo
“En el 75, con el empresario Arturo Bogosián fui a España. Yo no estaba muy bien asesorado. No llegué a quedarme en ningún club”, refirió Pancho y agregó: “Estuve un mes por ahí y busqué hablarle a Atilano Cáceres, presidente de Luqueño para volver. Y volví a Luque, para el vicecampeonato de ese año. Me acuerdo que el diario La Tribuna me consideró mejor jugador del campeonato. Por ese segundo puesto se jugaron tres partidos con River Plate. El último se jugó un 31 de diciembre, pero yo ya no jugué porque mi contrato con Olimpia vencía el 20 de diciembre”.
Recordó: “Para retener mi pase, Luqueño me transfirió a un club vecino, Central Independiente, de la Liga Luqueña. Luqueño tenía que dar una suma a Olimpia, que también quería que vuelva. Me inscribió ese club, eso fue en diciembre y para enero ya de nuevo Luqueño tenía mi contrapase. Yo me sentía cómodo ahí”. Agregó: “Seguí jugando en Luqueño, Copa Libertadores. El primer partido nos tocó Olimpia y ganamos 3-2. Estaban también en nuestra serie Inter y Cruzeiro y los dos se clasificaron. Ese año Cruzeiro fue campeón de América”.
Rivera mencionó un partido memorable para él: “En el 76 se formó la selección para la Copa Atlántico, contra Argentina. En Buenos Aires, estadio de Vélez, perdíamos 2-0 en el primer tiempo. En el mediocampo argentino estaban Gallego, Ardiles y Kempes. Logramos empatar en el segundo tiempo. El primer gol lo hice yo de cabeza y el técnico, César Menotti, de Argentina, recriminó a su arquero, Lavolpe, y a los centrales, entre ellos, Pasarella, gritándoles, cómo ese enano les va cabecear. Yo escuché eso y me causó gracia”.
Prosiguió: “Ese partido fue inolvidable para mí porque fue a estadio lleno, el empastado impecable, cerca de diez mil paraguayos eufóricos en las gradas, todo un mundo distinto al que teníamos en Paraguay donde las canchas eran feas. Recién ahora, más o menos las canchas están en buenas condiciones, pero en Intermedia hay clubes que ni vestuarios tienen”.
Rememorando los años finales de su carrera, Pancho apuntó: “Yo jugué al fútbol hasta los 34 años. En el 76 me fui de nuevo a España y tampoco me quedé. Fui para jugar en el Real Jaen, club de la segunda división. Pero luego el presidente me dijo que no hubo acuerdo. Yo tenía muchas ganas de quedarme allá, porque era otro mundo. A los futbolistas se los tiene como artistas, pero si no era en el fútbol de cualquier cosa quería quedarme en España. Volví y eso me bajoneó. En el 76 tenía 24 años. Fui a las Eliminatoria para el Mundial del 78, también en la Copa del Atlántico, con el técnico Moncho (Ramón) Rodríguez. Ya no jugaba como tenía que ser. Continué en Luqueño, después En el 79 fui a Sol y jugué Copa Libertadores, con Fidel Miño, Adolfino Cañete y otras figuras. En el campeonato del 79 fuimos vice. En la Libertadores del 80, jugué un partido y luego volví a Luque donde llegamos a semifinal en el 80. En el 82 fui a Colegiales. Estaba en Primera B con el Moncho Rodríguez. Querían salir campeones, Moncho llevó a todos sus jugadores. Ese año subió Colegiales”.
Luego, acotó: “Osvaldo Domínguez me llamó y volví al Olimpia en el 82. Con el técnico Luis Cubilla jugué Copa Libertadores. A fin de ese año, pasé a Guaraní para el 83. Empezó a formarse el equipo que en el 84 salió campeón. Ese año yo volví a Luqueño, un año. Después me invitó un amigo de infancia, presidente de Cerro Corá, Carlos Pérez Garay. Ellos estaban en la Segunda, querían subir a Primera B y luego a la división mayor. En el 85, con Jacinto Rodríguez, Nery Peralta y otros, fuimos vicecampeones con Cerro Corá y ascendimos a Primera B. Ahí contrataron al preparador físico uruguayo Hermes Huelmo. Hacíamos práctica en el Botánico con largas corridas. Yo ya no estaba para ese sacrificio y decidí dejar el fútbol. En el 85 me dejé, con 33 años de edad. Podía jugar un poco más, pero ya no tenía la misma alegría”.
Agregó: “Hice el curso para técnico y en los años 87, 88 y 89, fue asistente técnico con Carlos Arce, Silvio Parodi y José Parodi, en Luqueño. Aprendí muchísimo de los tres, porque eran excelentes entrenadores. Luego dirigí a Cerro Corá en Primera B, los primeros cinco partidos con empates y me cambiaron. Ese año ascendió Cerro Corá y Óscar Paulín completó la temporada”.
Añadió: “En Resistencia con el presidente, Virgilio Ramos, ascendimos a Primera en el 99. Y con Cerro Corá llegamos a jugar una final de campeonato con Cerro Porteño, en el 2000. Quedamos vice y jugamos la Copa Conmebol. Luego dirigí a River Plate. El año que ascendió Santaní, yo comencé el campeonato. Siendo puntero me cambiaron, vino Félix León, completó el torneo y ascendió. También trabajé con Caacupé, Oviedo, Ovetense, todos en la Intermedia”.
De sus expectativas actuales: “Ahora estoy libre, tengo 68 años de edad. Mantengo contactos con compañeros y amigos, más aún en esta cuarentena. Lo ideal es agarrar un plantel y formarlo. Los equipos que ascendieron conmigo yo formé desde el comienzo. En cada división se juega de distinta manera. A veces no se puede comenzar y te llaman cuando las cosas están mal. Los técnicos somos los primeros fusibles, que se cambian cuando los resultados no se dan”.
Comparando su época con la actualidad de nuestro fútbol, estimó: “La diferencia que yo veo son los campos de juego. Antes con canchas feas, se jugaba bien igual. Ahora se tiene toda la infraestructura, se exige más pero no surgen nuevas figuras. Hay dos estilos de juego, la tenencia de la pelota o el practicismo. Por genética los bolivianos, peruanos, colombianos, inclusive venezolanos, ya nacen con una técnica. Lo nuestro siempre fue la garra, la fuerza y con eso fuimos a cuatro mundiales seguidos”.
Añadió: “En la última selección que jugaba con nuestro estilo, con Salvador Cabañas, él era el armador, pero tenía al lado a cuatro mediocampistas que marcaban fuerte como Topo Cáceres, ‘Ramber’ Vera, Cristian Riveros y Édgar Barreto. Cuatro fechas antes ya nos clasificamos para el Mundial de Sudáfrica y quizás hubiésemos llegado a la final si a Cabañas no le pasaba lo que le pasó. A ese estilo nuestro tradicional si se le agrega la tenencia de pelota, sería lo ideal. Pero salimos de nuestro estilo y nos complicamos. Miguel Almirón, los mellizos Romero, Derlis González, Toni Sanabria, son buenos jugadores, pero les falta fuerza física y pierden en un mano a mano con otros más fuertes. Pedimos que Topo Cáceres esté en la selección, porque tiene presencia. Es difícil conjuntar ambas cosas, pero no imposible de lograr”.