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Al anfitrión le estaba costando abrir el cerrojo impuesto por la débil Bolivia. Al inicio del segundo tiempo, lo que el árbitro Néstor Pitana no observó, sí lo hizo correctamente la tecnología que se estrenaba a nivel de selecciones en el continente. Centro de Richarlison y mano de Adrián Jusino. Penal para Brasil. Nada que discutir, y así llegó el primer gol del certamen.
No obstante, esa jugada no fue la introducción del VAR en la Copa. Corría el minuto 18, y hubo falta del volante Fernando Saucedo contra Casemiro. El árbitro sancionó la infracción, pero, curiosamente, fue llamado por el VAR. La explicación reglamentaria es que los del VAR tienen potestad en jugadas que puedan considerar para roja. Ninguno que observaba el juego –y llegó a escuchar a Pitana por un error de la transmisión– creía que ameritaba la expulsión del infractor.
En la práctica, el VAR ayudó a que amonestaran al volante del altiplano. Justo, pero fuera del protocolo. Era la presentación del VAR político.
Son justificadas las quejas por la demora excesiva, que se explica por la poca familiaridad de los encargados ante una tecnología e infraestructura que tampoco ayudan a la celeridad y una excesiva voluntad de corregir al juez de cancha.
El mejor ejemplo es el penal para Argentina ante Paraguay. El juez Sampaio no vio lo que los del VAR creyeron haber visto. Para modificar este tipo de decisión de cancha, la imagen debe ser contundente e irrefutable. Como la mano de Gremio ante River el año pasado, y la del PSG ante Manchester United hace meses.
La que usaron para la supuesta mano izquierda de Piris ni siquiera confirmaba el contacto. Era la imposición del VAR político. El mismo que hizo mutis por el foro en la patada de Armani.
Al día siguiente, Japón sufrió algo similar frente a Uruguay. El arquero chileno Gabriel Arias pagó los platos rotos del affaire Armani ante Ecuador. El jueves pasado, volvió a padecer Paraguay, que se había visto beneficiado ante Colombia, en Salvador.
El VAR no podía permitir que sancionaran penal por una falta fuera del área y dejar impune el codo de Arthur. ¿La solución? Compensación con la roja a Balbuena y amarilla al volante del FC Barcelona. Al día siguiente, la mano del argentino Foyth ni se revisó. Era la consagración del VAR político.
El VAR llegó para quedarse. Sus beneficios están a la vista con la correcta utilización. Queda como desafío aclarar milimétricamente el offside como se hace con el GLT (tecnología de línea de gol, en inglés), ofrecer transparencia en imagen y sonido de las decisiones y acelerar la revisión para alejar el letargo en el juego.
Pero si una herramienta para evitar el escándalo corrigiendo las irregularidades se utiliza para favorecer intereses de los poderosos en detrimento de los débiles, sería una doble injusticia.
@danichung