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Fue pintado en el muro de una escuela en el barrio de Pompeia en la zona oeste de São Paulo por el artista Paulo Ito, que lleva 14 años plasmando imágenes y colores en las calles. Dice que no esperaba tanta repercusión de su grafiti, aunque lo ve como oportunidad para exponer el problema.
El niño está en un cuarto de madera, con el torso desnudo y sentado ante una mesa casi vacía y con la pintura descascarada. Hay un vaso y, sobre el plato, un balón.