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Un día de invierno de la década de 1950 en Pasadena (ciudad donde, por cierto, transcurre la sit-com The Big Bang Theory, en la que, por curiosa coincidencia, el ilustre físico del que estamos a punto de hablar se encuentra bastante presente), durante la reunión anual de la Sociedad Americana de Física en el Instituto de Tecnología de California (el Caltech), el profesor Richard Feynman (que años después recibiría el Nobel por sus tesis de electrodinámica cuántica) dio una de las conferencias más importantes del siglo XX: «There’s Plenty of Room at the Bottom» (título que traduciré libremente como: «Al fondo hay sitio»).
«Quiero describir un terreno en el que se ha hecho muy poco y cabe hacer mucho… Quiero hablar de manipular y controlar cosas a pequeña escala». Faltaba un buen número de años para que, en los 70, Norio Taniguchi utilizara el término «nanotecnología» por primera vez, pero ese día Feynman habló de trabajar átomo a átomo para crear estructuras con una organización molecular nueva.
«Nada en los principios de la física niega la posibilidad de manejar átomo por átomo las cosas: eso no viola ninguna ley; es algo posible en teoría pero que nunca se ha hecho solo porque somos demasiado grandes». ¿Qué pasaría si pudiéramos manipular los átomos para cambiar las cosas? Aquel día de 1959, Feynman reveló un universo entero de posibilidades que podían volverse realidad trabajando con la materia a escalas cada vez más pequeñas.
Un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro, y la nanotecnología manipula materia a escala nanométrica. Y está transformándolo todo. Quizá dentro de poco la nanomedicina disuelva tumores inoperables con nanomateriales de efecto magnetocalórico y lleve fármacos al punto exacto con nanomateriales magnéticos. Ya usamos nanosistemas en análisis y diagnóstico, y nanomateriales en ingeniería tisular. Los nanotubos de carbono, seis veces menos densos y cien veces más resistentes que el acero, han revolucionado la electrónica, la navegación espacial y hasta las raquetas de tenis y las bicicletas. Tal vez pronto conservaremos mejor los alimentos con nanocompuestos antibacterianos y antifúngicos; y ya se están diseñando envases «inteligentes» capaces de detectar, con nanodispositivos, todo cambio en su contenido, y de advertir al usuario. Si se nos cae una lata, el golpe puede causarle un daño invisible pero suficiente para que su interior empiece a albergar, por ejemplo, enterobacterias del género Salmonella; si la lata tiene adentro un nanosensor, al contacto con el patógeno las nanopartículas emitirán una señal fluorescente de aviso, y no nos intoxicaremos.
Modificar elementos a nivel nanométrico abre las puertas a las tecnologías del futuro. Tomar las piezas de la realidad y recombinarlas es recrear el universo. Ya lo decía aquel día de diciembre de 1959 el profesor Feynman: en el mundo subatómico sobra espacio para lo posible.
Bibliografía:
Richard P. Feynman: «There’s Plenty of Room at the Bottom», en: Engineering and Science, vol. 23, Nº 5, California Institute of Technology, febrero de 1960, pp. 22-36.
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