Las graves amenazas de hoy

Las reuniones con el exvicepresidente estadounidense y premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para detener el cambio climático, Al Gore, y con el actor y activista Leonardo DiCaprio no parecen haber tenido ningún efecto en la actitud del presidente Donald Trump respecto a la delicadísima problemática medioambiental.

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Lista negra

El pasado viernes 9, las periodistas de «Bloomberg News» Catherine Traywick y Jennifer Dlouhy publicaron la noticia de que dos días antes, el miércoles 7 de diciembre, el equipo de transición del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, había hecho llegar al Departamento de Energía (Department of Energy, DOE) un cuestionario de 74 preguntas. Entre ellas, pedía los nombres de todos los expertos que han participado en conferencias sobre el clima en los últimos cinco años.

La noticia llegó pocos días después del nombramiento del fiscal general de Oklahoma, Scott Pruitt, como director de la Agencia Estadounidense para la Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).

Como señalan Mooney, Dennis y Mufson en un artículo aparecido el jueves pasado en The Washington Post, Pruitt es el tercero de los miembros del nuevo Gobierno nombrados por Trump conocidos por sus posturas contrarias y hostiles a las instancias que a partir de ahora pasarán a dirigir. En efecto, Pruitt, quien, al parecer, tiene vínculos con la industria de los combustibles fósiles, es un defensor del empleo irrestricto de petróleo y ha demandado en varias ocasiones a la misma institución de la que ahora está a cargo. Si se me permite el símil, es como nombrar jefe de bomberos a un pirómano.

Scott Pruitt se muestra, en cualquier caso, notoriamente escéptico sobre el cambio climático, contra el consenso de la comunidad científica sobre el efecto del consumo de combustibles fósiles en el calentamiento planetario. A Pruitt se lo conoce en su país como Scott «Oklahoma Earthquake» Pruitt. El apodo de «Earthquake», «Terremoto», se lo ganó como fiscal porque las agresivas técnicas de extracción en los pozos de gas y petróleo de Oklahoma causaron un sustancial aumento de terremotos en ese Estado. La pregunta ahora es cuánto tardará este terremoto en sacudirnos a todos.

De momento, los científicos estadounidenses ya tienen motivos para temblar.

Mi opinión sí, tu ciencia no

En declaraciones de esta semana a Fox News, Trump impone su opinión personal acerca del calentamiento global, niega abiertamente la importancia que le dan los científicos y precisa que su misión es velar por la economía de Estados Unidos «para que otros no se coman nuestro almuerzo».

¿Dará el Gobierno de Trump marcha atrás a la decisión del anterior presidente, Barack Obama, de ratificar, junto a más de un centenar de países, el Acuerdo de París? ¿Será el Plan de Acción Climática de la administración anterior una de las víctimas de la nueva administración republicana?

Anteayer, martes 13, el periodista Brady Denis publicó un artículo en The Washington Post en el que informa que los científicos estadounidenses están tratando de salvar la mayor cantidad posible de la información sobre el cambio climático existente en los servidores de Estados Unidos por temor de que el nuevo Gobierno la haga desaparecer. De acuerdo a Brady, los expertos, con la colaboración de la Universidad de Pensilvania, están haciendo copias de seguridad de toda la información sobre el cambio climático ubicada en servidores gubernamentales para dejar esos datos como de acceso público.

Promesas que son amenazas

Por otra parte, como se recordará, alimentando la visión ingenua, tradicional, popular y optimista de la ciencia, Trump fijó el objetivo de explorar todo el sistema solar para fines de siglo entre las promesas proferidas durante su campaña electoral. Las recientes declaraciones de su asesor Bob Walker hacen temer que las cumpla: Walker ha dicho a The Guardian que no hay necesidad (sic) de que la NASA haga «vigilancia medioambiental políticamente correcta» (sic) y que su papel es «explorar e investigar el espacio exterior».

Un discurso ideal para eliminar los inquietantes informes de la división de ciencia terrestre de la NASA sobre calentamiento, deshielo y otros fenómenos climáticos arrojándola... perdón, enviándola a otros planetas.

Al respecto, dos citas:

«La investigación espacial es un lujo. La investigación terrestre es esencial» –Kevin Trenberth, meteorólogo por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), premio Nobel de la Paz 2007 como parte del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), entre otras distinciones, y actualmente investigador en el National Center for Atmospheric Research (Centro Nacional de Investigación Atmosférica) y miembro de la American Meteorological Society (AMS), de la American Association for Advancement of Science, de la American Geophysical Union y de la Royal Society de Nueva Zelanda.

«Nosotros vemos a la NASA con un papel de exploración e investigación del espacio exterior» –Bob Walker, asesor de campaña de Donald Trump.

Adelantos que son atrasos

Las posibilidades de que la división de ciencia terrestre de la NASA, cuya red de satélites brinda información vital sobre el clima, sufra un corte de presupuesto en favor de la exploración del espacio exterior son en este momento una de las más acuciantes preocupaciones de la comunidad científica estadounidense. Sería, en palabras de Kevin Trenberth, «devastador». «Nos podría devolver a la época de las tinieblas anterior a los satélites», explicó el reconocido científico neozelandés en recientes declaraciones a la prensa estadounidense.

En noviembre, Michael Mann, geofísico y climatólogo de la Universidad de Pensilvania, declaró que la NASA es irremplazable e imprescindible en la observación del cambio climático, y que con un recorte o supresión de la división de ciencia terrestre de la NASA «no solo Estados Unidos, sino el mundo entero sufrirá las consecuencias a la hora de comprender el comportamiento de nuestro clima y las amenazas que plantea el cambio climático». Tal medida «pondría en evidencia la disposición del presidente a mimar a los mismos lobistas y grupos de intereses empresariales de los que se mofó durante la campaña», añadió.

Antes de que sea tarde

Conforme a la línea argumentativa del presidente electo de Estados Unidos, línea que se deja resumir bastante bien gracias a su extrema sencillez, el cambio climático es un mito (creado por China, según puntualizó, como es sabido, en el año 2012) que no le conviene al pueblo estadounidense porque, afirma –en una ecuación incesantemente repetida pero jamás demostrada–, mayor sostenibilidad ambiental es igual a menos puestos de trabajo.

Fisher Stevens es el director de «Before the flood» (literalmente, «Antes de la inundación», título traducido en general al español como «Antes de que sea tarde»), un documental que se puede ver completo a través de NatGeo (y con música a cargo de Trent Reznor, Atticus Ross, Mogwai y Gustavo Santaolalla, dicho sea de paso) sobre el modelo económico de producción y consumo que nos ha llevado a este momento peligroso de la historia humana y terrícola, con especies amenazadas y en extinción y en medio de las cada vez más amargas y aun trágicas consecuencias del cambio climático.

«Before the flood» (2016) está producido y protagonizado por Leonardo DiCaprio, que hace una semana se reunió con Donald Trump y le entregó una copia.

¿Por qué debería preocuparme yo?

¿Por qué la política del Gobierno de Trump en materia de ciencia debería preocuparte?

Desde el inicio de la era industrial, el uso de energía de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) ha ido en aumento. Aunque la quema de estos combustibles es reconocida actualmente como un factor sustancial de la producción de varios gases responsables del calentamiento global, nuestra vida, tal como la conocemos, se basa en el uso de estas fuentes de energía. Este consumo sostiene nuestra economía, y también gran parte de la industria, cuyos intereses económicos, por ende, son inevitablemente contrarios, en esto, a la defensa del medio ambiente.

Aumento del nivel del mar, especies en peligro o proceso de extinción y fenómenos meteorológicos extremos son algunas de las dolorosas consecuencias del cambio climático que ya se vive en todo el planeta.

Las decisiones del señor Trump en materia de medio ambiente no afectan solo a su país, sino que, por ese efecto llamado «dominó», alcanzarán previsiblemente a otros y, con el tiempo, a todos, puesto que ni el agua ni el aire saben de patrias, estados ni fronteras.

Ciencia es supervivencia, no calmar la conciencia

Una cosa más. Las prédicas acerca de «cambiar uno mismo antes de» (o, incluso –con singular soberbia, por cierto– «para, así...») «cambiar al mundo», así como las prácticas socialmente aprobadas y relacionadas con el cuidado del medio ambiente, tales como andar en bicicleta, ahorrar agua, usar bolsas reciclables, etcétera, en sí mismas nada tienen de malo, pero lo cierto es que tampoco tienen mucho de bueno. Son, para no decir absolutamente irrelevantes, como mínimo muy insuficientes. Y en cuanto a su empleo habitual como medios para tranquilizar la propia consciencia, dejaremos que cada lector, considerándolas en el marco de la gravedad enorme de la presente situación, lo juzgue honestamente, si puede, por sí mismo.

BIBLIOGRAFÍA:

Chris Mooney, Brady Dennis y Steven Mufson: «Trump names Scott Pruitt, Oklahoma attorney general suing EPA on climate change, to head the EPA», en: The Washington Post, jueves 8 de diciembre del 2016.

Catherine Traywick y Jennifer Dlouhy: «Trump Team Memo Hints at Big Shake-Up of U.S. Energy Policy», en: Bloomberg News, viernes 9 de diciembre del 2016.

Brady Denis: «Scientists are frantically copying U.S. climate data, fearing it might vanish under Trump», en: The Washington Post, martes 13 de diciembre del 2016.

montserrat.alvarez@abc.com.py

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