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Septiembre: un análisis histórico en el Journal of the American Medical Association saca a la luz los lazos de la gran industria con el fraude científico. Octubre: un artículo en el American Journal of Preventive Medicine revela que las dos principales empresas multinacionales de fabricación de gaseosas bloquearon medidas de salud pública y expone por primera vez los fondos destinados por ambas a auspiciar organizaciones sanitarias y científicas entre el 2011 y el 2015. Noviembre: un estudio en PLos Medicine predice que el impuesto a las bebidas azucaradas supondrá unos veinte mil muertos menos en México en esta década. En los últimos tres meses, el problema de los intereses económicos como factores capaces de sesgar los análisis académicos ha saltado al primer plano: el 2016 es un año crítico para la comunidad científica internacional.
Septiembre, octubre y noviembre
A comienzos de este mes, PLos Medicine publicó un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de California que estima que un 10% de descenso en el consumo de bebidas azucaradas entre los adultos mexicanos, por efecto del impuesto a dichos productos, podría dar como resultado unos 189 300 casos menos de diabetes tipo 2, unos 20 400 casos menos de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares, y unas 18 900 muertes menos en ese país entre el 2013 y el 2022 (Sánchez-Romero et al., «Projected Impact of Mexico’s Sugar-Sweetened Beverage Tax Policy on Diabetes and Cardiovascular Disease: A Modeling Study», en: PLos Medicine, 1 de noviembre del 2016).
El mes pasado, octubre, el American Journal of Preventive Medicine publicó un estudio de Daniel G. Aaron y Michael B. Siegel, ambos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, sobre el «Patrocinio de organizaciones sanitarias nacionales por las dos principales empresas de fabricación de gaseosas» («Sponsorship of National Health Organizations by Two Major Soda Companies», en: Am. J. Prev. Med., 10 de octubre del 2016).
En septiembre pasado, el prestigioso Journal of the American Medical Association (JAMA) publicó un análisis histórico de los mecanismos de la industria y sus lazos con el fraude científico: «Sugar Industry and Coronary Heart Disease Research Early» (ver: «Azúcar, la muerte dulce: así sobornó la industria a científicos de Harvard», en: ABC Color, jueves 15 de septiembre del 2016.)
Nombres de peso
Según la investigación de Aaron y Siegel, entre el 2011 y el 2015 las dos multinacionales de fabricación de gaseosas Coca Cola y PepsiCo brindaron financiamientos a, como mínimo, 96 organizaciones de promoción de la salud para reducir y silenciar las críticas científicas al consumo de gaseosas y restar apoyos a las leyes dirigidas a limitarlo.
Tal como Aaron y Siegel han señalado en estas últimas semanas a la prensa, ellos investigaron solo la situación en Estados Unidos, pero cabe suponer que el número de entidades que reciben fondos de estas y otras empresas similares en todo el mundo debe ser mucho más alto.
Entre las instituciones que, según el estudio de Aaron y Siegel, estas multinacionales patrocinaron están la Sociedad Americana de Lucha contra el Cáncer, la Cruz Roja, la Asociación Americana de Médicos, la Academia Americana de Pediatría, los Centros de Prevención y Control de Enfermedades, la Fundación Nacional contra el Cáncer de Mama, la Fundación de Investigación de Diabetes Juvenil, la Asociación Americana de la Diabetes, varias universidades –como las de Harvard, Washington y Georgia– y organizaciones no gubernamentales como Save The Children, que exigió un impuesto al azúcar durante años hasta que (luego de recibir 5 millones de dólares de PepsiCo en el 2009 y una donación de Coca Cola) dejó de exigirlo en el 2010. Los investigadores de la Universidad de Boston han recogido 29 casos en los que ambas empresas bloquearon iniciativas de salud pública para reducir el consumo de bebidas con azúcar.
Niños salvadores
El caso de la oenegé Save the Children lo expuso ya hace 6 años el periodista William Newman en The New York Times: «Save the Children encabezó [en el 2009] las iniciativas para gravar las gaseosas a fin de combatir la obesidad infantil. La organización sin fines de lucro apoyó campañas en Misisipi, Nuevo México, Filadelfia, el distrito de Columbia y el estado de Washington. Mientras, los ejecutivos de Save the Children negociaron el apoyo económico de Coca Cola para los programas de salud y educación que esta oenegé desarrolla en Estados Unidos y en el mundo, incluidos sus programas contra la obesidad infantil […] En octubre del 2010, Save the Children sorprendió a los activistas de todo el mundo anunciando por correo electrónico que ya no apoyaba los esfuerzos para gravar las gaseosas». Los representantes de Save the Children negaron ante la prensa toda relación entre ese cambio y el apoyo de Coca Cola o la donación de 5 millones de dólares que recibieron de PepsiCo en el 2009 (William Newman: «Save the Children Breaks With Soda Tax Effort», en: The New York Times, 15 de diciembre del 2010).
Mercadotecnia disfrazada de ciencia
Para obtener sus resultados, Aaron y Siegel analizaron los registros de la «filantropía corporativa» (los aportes del sector empresarial para apoyar al sector civil y sin fines de lucro) y gastos asociados (por ejemplo, los presupuestos destinados a la investigación) realizados por las compañías de gaseosas en Estados Unidos entre el 2011 y el 2015.
Dicen Aaron y Siegel: «Estudios previos de empresas de alcohol y tabaco apuntan a que la filantropía corporativa es una herramienta mercadotécnica para silenciar a organizaciones sanitarias y lograr que contrarresten o dejen de apoyar medidas de salud pública contrarias a sus intereses». La industria usaría sus nexos con las instituciones para fortalecer sus marcas: la filantropía corporativa sería una inversión para aumentar el consumo de sus productos. Al respecto, en And Now a Word From Our Sponsors. Are America’s Nutrition Professionals in the Pocket of Big Food? (2013), Michele Simon analiza la relación entre los patrocinios corporativos y la difusión de un saber que a veces no es sino estrategia mercadotécnica con disfraz de ciencia.
Tiempos de crisis, hora de cambiar
El estudio publicado este mes llega poco después de la revelación de que la industria del azúcar pagó a científicos de la Universidad de Harvard para que culparan solo a la grasa de las enfermedades cardiovasculares y obviaran el papel del azúcar en estas patologías. El vínculo nacido con la industrialización a fines del siglo XVIII entre desarrollo tecno-científico y crecimiento económico y las nociones que este vínculo alimentó en su origen (como la de «progreso», entre otras), lejano ya su marco histórico inicial, genera hoy un creciente disenso en este punto crítico en el cual el problema de las relaciones entre la ciencia y los intereses privados divide a la comunidad científica y nubla tanto la transparencia en cuanto a la difusión mediática del conocimiento y el acceso público a la información veraz como el propio rumbo de las investigaciones.
montserrat.alvarez@abc.com.py