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La respuesta fue contundente: el letrero de “no hay entradas” colgado toda la semana, más de 100.000 asistentes y la ciudad chilena completamente a reventar.
El choque cultural fue también grande, pues convivieron gente de los 80 sacada de “Grease” para revivir viejos laureles en la actuación de Olivia Newton-John y las “Malumáticas”, uno de los múltiples clubes de fans del reguetonero colombiano Maluma, que hacían guardia a la entrada de un hotel a la espera de la improbable aparición del nuevo rey de la música latina.
La invasión de los aficionados al reguetón se notó en muchos ámbitos del día a día de Ciudad Jardín, como se conoce a Viña del Mar.
“La otra tarde llevaba a unas chicas en mi taxi escuchando a Isabel Pantoja y se enojaron porque no entendían cómo podía escucharla a ella en vez de a Maluma”, contaba sonriente José Galvez, un conductor.
La tonadillera española aportó el picante y la polémica a esta edición, especialmente cuando regañó a la primera fila del público, en concreto a Mario Domm, vocalista del grupo mexicano Camila y presidente del jurado del certamen, por estar atento al teléfono celular y no prestarle la atención que ella consideraba adecuada.
“A un artista hay que respetarle. Las risas, los móviles... Para todo hay tiempo. Esta canción es mi vida y, si no os la vais a tomar en serio, no la canto”, se plantó, genio y figura, la diva andaluza, que se llevó la Gaviota de Platino, premio honorífico del certamen.
Al final, el triunfo del cartel del “festival de festivales” radicó en un eclecticismo que ha tenido a la Quinta Vergara llena e implicada todas las noches.