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Al terminar los estudios secundarios, en su Villarrica natal, Betty Figueredo cargó pocas pertenencias y muchas ilusiones en la valija de los sueños y vino a Asunción. Llegó con su madre, Lucía Saucedo, y su hermana Carmen Guillermina con el deseo de abrirse campo en el mundo del espectáculo. Su único instrumento era una privilegiada voz. “Cantaba desde chiquita, entonaba bien, tenía ritmo y compás. Pero no había estudiado música antes”, cuenta con aires nostálgicos en la tranquilidad de su amplia casa del barrio Rodríguez de Francia.
Ahí vive con Aramí, su hija mayor, y Malena, su adorada perrita caniche. Sus otros hijos, José Antonio, Melchora Mimbí y Yvoty Isabel, ya dejaron el hogar familiar que está repleto de recuerdos. Vivencias que se resumen en un lote de discos long play y simples exhibidos en la sala. Los vinilos giran en torno a los tiempos iniciales y exitosos de la artista que llamaban “La Guaireñita”.
A finales de 1970, ella puso los pies en el escenario del restaurante El Jardín de la Cerveza, donde entonaba “Mis noches sin ti”, “Pacholí”, “Causa ne ñaña” y otros temas folclóricos, acompañada por el conjunto de arpas y guitarras de Eladio Martínez. Y fue por entonces que conoció al hombre que fue el gran amor de su vida: José Antonio “Pepito” Alvarenga.
Él se ocupó en 1971 de introducirla en el nuevo mundo de la televisión paraguaya. “‘¿Te gustaría actuar en la televisión? Voy a hablarle a mi amigo Aníbal Lovera’, me dijo y así consiguió que me fuera al edificio del IPS donde funcionaba un estudio chiquito de Canal 9 TV Cerro Corá. La primera vez apenas me permitieron saludar al público. Luego me dejaron cantar un tema y la tercera vez ya dos canciones y finalmente me quedé en el programa ‘Así Canta Mi Patria’, hasta 1974”, recuerda.
Betty Figueredo grabó en el 72 el primer long play con Aníbal Lovera y su conjunto. Después fueron saliendo más vinilos y siguió en la conducción de programas propios: “Paisaje guaraní”, “Canciones inolvidables” y otros que la mantuvieron en pantalla hasta los primeros años de la década de los 80.
Además, por entonces realizaba esporádicas actuaciones en restaurantes shows: Hermitage, Paragua’y, El bosque, Parrillada Sajonia y La carreta.
La muerte accidental de su pareja sentimental en 1996 la alejó por completo del canto. “Yo caí en una depresión profunda, fueron años muy duros, muy tristes, y esa fue la época en que me alejé bastante de la música. Te diré que me alejé totalmente por varios años, hasta que por fin se le ocurrió a Yvera, de la Fundación Barboza, conformar el grupo Mujeres que cantan la guarania. Y fue ella la que me dijo: ‘A vos te dio Dios un don y eso no es tuyo, vos tenés que dar ese don al público’. Y me vi un poco forzada. Fue muy difícil para mí volver a subir a un escenario y saber que Pepito ya no estaba entre bambalinas esperándome. (se le humedecen los ojos)”.
Aquel retorno reconfirmó el romance de Betty con la música. Y es a lo que dedica hoy toda su energía. “En la actualidad estoy más en casa, dedicándome a esta altura de mi vida a crear canciones. Más que nada crear y grabar. Son mis vivencias, son mis locuras, como le digo a Aramí. Son mis vivencias y plasmo en unos versos, pues yo sé que muchas personas de mi generación están viviendo las mismas situaciones. En estos momentos también me ocupo de ordenar un poco todas mis cosas, las fotografías, los discos, recortes de diarios, revistas. Con la ayuda de Aramí digitalizamos toda la parte documental de mi carrera. Y levanto en Facebook e Instagram canciones y recuerdos. Eso le encanta a mucha gente del país y del exterior. Y esa es mi vida ahora”.
yubi@abc.com.py