Una “Cenicienta” que no presenta nada nuevo

Hace un par de años vi la versión animada de Disney de “Cenicienta”. En mi niñez no la vi, por esas tonterías que uno cree que hay cosas que son para nenas y otras para nenes. (En esa época, sí vi “La bella durmiente”, y no me animaba a decir en voz alta que me gustó. Solo la escena de la pelea entre el dragón y el príncipe podría admitirla). Pero “Cenicienta” de 1950 es una excelente película, con una síntesis argumental precisa, una construcción de personajes genial y un suspenso que atrapa, a pesar de que uno sabe perfectamente cuál es el final.

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En esta época de revisión cinematográfica de los cuentos de hadas, ha llegado el turno de “Cenicienta”, en una versión del antiguamente shakespereano Kenneth Branagh. Con su presencia, uno pensaría que podría darle algún vuelo dramático al cuento. Pero Branagh nos entrega un producto convencional, sin ningún desafío argumental. Prácticamente repite la misma historia que la factoría Disney habría entregado hace más de medio siglo, pero sin los aditamento que la hacían atractiva. Pone otros. En su película, la carga está puesta en la dirección artística, con castillos impresionantes y fastuosos y un vestuario como uno imagina en los cuentos. Las actuaciones no son resaltantes (ni siquiera la Blanchett, de la que esperábamos más picardía, y mucho menos Helena Bonham Carter, que no logra darle el toque cómico al hada madrina. Ha hecho demasiado de bruja que no convence como una de las buenas). Que la Cenicienta no sea despampanantemente bella está bien porque, como se dice en la película lo más importante es la bondad. Lilly James transmite la dulzura que requiere el personaje. Tal vez, el único acierto de Branagh. Igual, las niñas al final aplauden la película. Les da una historia más al estilo de la Barbie a las que están acostumbradas.

sferreira@abc.com.py

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