Un sembrador que elevó la nación

El día de ayer amaneció con la muerte del centenario poeta y médico Carlos Federico Abente, autor de la letra de “Ñemity” y de tantas canciones más. Con la muerte de Abente se va el último de los creadores de la guarania que escribieron sus obras en la primera mitad del siglo XX. Abente fue un gran defensor del guaraní, autor de varios poemas en nuestra lengua vernácula.

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Abente vivía en Buenos Aires desde los años treinta del siglo pasado. Falleció ayer a las 5:30. Tenía 103 años.

Había nacido en Areguá, el 6 de setiembre de 1914, pero desde niño vivió en la Argentina, primero en Formosa, luego en Concepción del Uruguay y, finalmente, en Buenos Aires, donde ejerció como médico y vivía con su esposa Eva García Parodi, en su casa de Vicente López.

Desde muy pequeño, tuvo que trabajar para alcanzar el sustento diario. Fue bracero en los tiempos de cosecha, también canillita y hasta sparring de boxeadores, ya en Buenos Aires, para pagar sus estudios de medicina.

En los últimos años de la década del 30 se sumó a la comunidad bohemia paraguaya de Buenos Aires. A través del arpista Prudencio Giménez, tomó contacto con la colectividad de músicos y escritores paraguayos. Desarrolló una estrecha amistad con José Asunción Flores, tanto que un día este le pidió que escribiera los versos para una nueva melodía que tenía en mente. Debía ser un himno dedicado a los campesinos para que mejores tiempos germinen para el Paraguay. Así nació “Ñemity”, que Flores sostenía que solo Abente podía darle la fuerza y la emoción que la canción requería. No quería una obra escrita en jopara, sino que fuera de un guaraní puro, aunque podría tener algunos versos en castellano, al final.

“En realidad, yo escribo mensajes, no creo ser poeta”, había dicho en una entrevista con este diario en 1996. “Cuando yo conocí a Flores, (Agustín) Barboza, (Mauricio) Cardozo Ocampo, (Francisco) Nenín Alvarenga, (Augusto) Roa Bastos, Prudencio Giménez, (Cayo) Sila Godoy y otros, ese ambiente de tanta creatividad y música me incitó a meterme en ese mundo. Los muchachos me pedían letra para esta o aquella música, y así fui compartiendo una bohemia hermosa, tan propia de nosotros los paraguayos, pero yo les decía por qué justo yo tenía que estar haciendo letras, habiendo gente más capaz, más que yo. En esa época tenía un trabajo intensivo”.

“Me decía Prudencio que mi guaraní era puro e incisivo, el de los otros era de una expresión florida, ombojegua la iñe’ê (florean su lenguaje). En cambio, yo voy directo, y eso les gustaba a los muchachos”, dijo en la misma ocasión.

Como médico, Abente ayudó a los músicos paraguayos en los días más duros. Hacía visitas domiciliarias en tranvía y llenaba sus bolsillos de muestras gratuitas de medicamentos para los enfermos. En los fines de semana, muchas veces internó a los músicos compatriotas en el hospital Alvear para que pudieran tener techo y comida por unos días.

Junto a Flores, también compuso “Guyra hû”, y con Prudencio Giménez, “Islavalleña”. Reunió en cuatro libros sus versos: “Che kirirî asapukái haguã” (Para gritar mi silencio), “Kirirî sapukái” (Grito del silencio), “Sapukái (poesías inocentes) y Sapukái sunu (El grito del trueno). También escribió en español.

Recibió el Gran Maestre de la Orden Nacional del Mérito, con grado de Oficial, en 1997, la Orden Nacional del Mérito, grado José Falcón, en el 2005, y Orden Nacional del Mérito, grado Gran Cruz.

En la primera edición de la semana de la lengua guaraní “Rohayhu che ñe’ê” (2014), la Secretaría de Políticas Lingüísticas entregó un reconocimiento especial a Carlos Federico Abente por su destacada trayectoria a favor de la lengua guaraní.

“Ha callado una de las voces más profundas del Paraguay y de la lengua guaraní, la que supo hablar alto durante los tiempos de las más duras mordazas, sembrando esperanza en medio de tantas sombras, la del karai py’a porã ijojaha’ÿva que regaló amistad generosa y alivio a los paraguayos del exilio, en su condición de médico y ser humano con todas las letras”, expresó ayer la Secretaría Nacional de Cultura a través de un comunicado.

La Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP) expresó también su pesar por el fallecimiento del poeta y filántropo, y lo recordó con los versos que le dedicó Augusto Roa Bastos en 1947: “Yo te conozco en todos los amigos / porque el color de tu amistad les diste / y en todos ellos tu presencia existe / como el color del sol sobre los trigos”.

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