Un paseo musical de Japón a Brasil

El Trío Kagurazaka, proveniente del Brasil, ofreció un exquisito concierto de música tradicional japonesa, demostrando además las posibilidades de conectarla con otros estilos musicales. Lamentablemente, no asistió mucho público a este recital que se desarrolló en el marco de los 30 años del Centro Paraguayo-Japonés.

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Lo peculiar de este trío es que está conformado por los brasileños Shen Kyomei Ribeiro y Gabriel José Levy, y por la japonesa Utahito Kitahara, quien de joven se trasladó al Brasil.

Esa mixtura de raíces y por ende bagajes musicales los hizo crear un trío que toca canciones tradicionales del Japón arregladas o combinadas con estilos brasileños. Además, incluyeron un acordeón a la serie de instrumentos musicales japoneses con los que tocan.

El concierto se inició con “Sokaku reibo honkyoku”, un solo de shakuhachi (flauta japonesa) a cargo de Ribeiro. La melodía remitía inmediatamente al mundo de Japón, con ese sentir oriental tan místico como atrapante. El músico comentó luego que era una música tocada por monjes zen budistas del Japón, de ahí su sonido tan calmo y relajante.

Luego se sumó en escena Kitahara, poniendo inmediatamente sus manos en el koto (arpa japonesa) ubicada de forma horizontal. Ambos hicieron “Rokudan”, resultando la unión de arpa y flauta algo sumamente hipnótico.

El trío se completó con Levy en el escenario, quien se calzó el shamisen (guitarra japonesa de tres cuerdas) para “Kurokami-koten sankyoku”. Aquí Kitahara aportó también su voz, en esta canción que, según contó Ribeiro, habla de la espera de una muchacha por su enamorado. Este sentir se percibió justamente en la voz, de una cadencia magnética.

Siguieron con “Gyon kouta”, que habla de Gion, un distrito de Kioto, Japón. Aquí sonaron dos shamisen, ejecutados por Levy y Kitahara, más el shakuhachi.

Para “Haru no umi”, una composición más moderna, al decir de Ribeiro, este cambió por otro shakuhachi de sonido más agudo. Aquí se sumó el acordeón que, como dijeron podría ser algo inusitado para interpretar música japonesa, pero Levy recordó que “poca gente sabe en verdad que el acordeón desciende de la gaita de boca de oriente”. Tal es así que el instrumento aportó gravedad y profundidad, entrelazándose de forma fascinante con el koto y el shakuhachi, en una música de ritmos cambiantes.

La pincelada de Brasil llegó con “Manhã de carnaval” y “Amor em paz”, en un dúo de acordeón y shakuhachi. Ribeiro contó que dichos temas son parte de un nuevo trabajo que está desarrollando, de ejecutar música brasileña en shakuhachi, lo cual resulta verdaderamente sorprendente.

Los tres se volvieron a juntar para “Akatombo”, que antecedió a “Sakura Sakura”, canción tradicional japonesa que fusionaron con el ritmo brasileño maxixe, en lo que fue un hermoso cruce de tradiciones. El Trío Kagurazaka se despidió con “Ringo oiwake”, donde resaltó bella la voz de Kitahara.

El público asistente, que ocupó casi una mitad de la sala, disfrutó del concierto y despidió a los músicos con largos y enérgicos aplausos. Ojalá vuelva este trío y más gente pueda apreciar su interesante propuesta.

victoria.martinez@abc.com.py

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