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En una visita de Juan Marcos González al Museo Nacional de la Policía, llamó su atención un muñeco que llevaba un machete oxidado y vestía ropa de campesino. Había un cartel que señalaba que era Amancio Legal y había cometido 28 homicidios.
“Me pregunté si eso era real o si simplemente a alguien se le ocurrió poner ese dato. Pensé que esa historia necesitaba un estudio más profundo y, efectivamente, si en la actualidad ocurría un crimen involucrando la psicopatía o si aparecía algún descuartizador, los medios traían a la memoria el nombre de Amancio Legal”, contó González.
“Es difícil investigar este tipo de casos porque el Poder Judicial no tiene un archivo organizado y no se puede recurrir a expedientes”, señaló el autor quien sí se sirvió de datos del Archivo del Terror y de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional.
Con esta obra, más allá de conocer si Legal cometió o no los crímenes de los que se le acusaban, González pudo constatar cómo el Estado y los medios de comunicación instalaron la imagen del “monstruo” y la sociedad se quedó con esta identidad.
“¿Cuál era el discurso criminal penal de principios del siglo 20 en Paraguay? La tendencia de que el criminal nacía criminal”, señaló el autor. En dicha época, agregó, “el 85% de los reclusos eran agricultores. Entonces el agricultor era el delincuente interno común. Ahí nos dimos cuenta de que en realidad el enemigo no nacía sino se construía con la criminalización, construido por el mismo Estado”, indicó.
Amancio “no había cometido los 28 crímenes que la historia oficial paraguaya le adjudicó, y en la obra se relatan los pormenores del juicio al que fue sometido. Él fue detenido luego de que los cinco defensores del fuero penal se hayan inhibido de su causa porque los mismos medios le habían pintado como un monstruo que mataba sin sentir culpa”, concluyó.