Un libro sobre la Guerra del Chaco echa por tierra numerosos mitos

En el libro "La Guerra del Chaco 1932-1935", el historiador Luis Verón desbarata mitos y mentiras que han rodeado a los preparativos del Paraguay con miras a la contienda.

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Será lanzado el domingo con la edición del día, dentro de la colección "La Gran Historia del Paraguay".Esta colección es editada por El Lector y distribuida por este diario, cada domingo  a un precio conjunto, ejemplar del día  más libro, de 20.000 guaraníes.   

En el libro, Verón señala que "las infructuosas conferencias diplomáticas y el constante avance boliviano en el Chaco obligaron a las autoridades de nuestro país a preparar la defensa de dicho territorio, con la adquisición de armas y equipamiento para el ejército, aunque, después, ellas fueron usadas en luchas fratricidas".   

"Uno de los grandes mitos relatados –y muy difundidos– es que nuestro país ganó para sí el territorio chaqueño gracias al valor del soldado paraguayo y a los machetes que utilizó como armamento".   

Verón señala que eso no solo ha sido una mentira sino  una expresión de desdén acerca del esfuerzo que hicieron los gobiernos de preguerra, para prepararse ante cualquier eventualidad, dado el cariz que iban tomando los acontecimientos relacionados con la cuestión chaqueña.   

"Los fracasos de las gestiones diplomáticas realizadas hasta entonces y la fundación, por parte del ejército boliviano, de los fortines Ballivián (Pedro P. Peña) y Guachalla (Mayor Alberto Gardel), hacia 1906, fueron el primer toque de atención para el Gobierno paraguayo, que desde entonces empezó a tomar con seriedad las pretensiones bolivianas sobre un territorio que el Paraguay consideraba suyo, por derecho propio".   

El autor dice que el  Ejército paraguayo contaba en ese entonces con unos 2.000 fusiles Wetterli, de procedencia suiza, de modelo anticuado y algunos centenares de fusiles Remington, una batería Krupp de 75 mm y otra de 80 mm: un total de ocho cañones anticuados, con cierre a cuña y sin mecanismo de retroceso.   

Parque de guerra modernizado

"El parque de guerra fue modernizado durante el gobierno del coronel Juan Antonio Escurra, cuando fueron comprados otros ocho cañones-ametralladoras Maxim, de 37 mm".   
 
"Para la formación profesional de oficiales, en 1905 se creó un Curso Militar, antecedente de la Escuela Militar que se crearía una década después. Estaba en los planes del Gobierno la formación de un ejército de entre 10.000 a 30.000 hombres. Con el propósito de dotar de armamento apropiado a un ejército de 1.000 hombres, como estaba planeado en una primera etapa, en 1906, el Gobierno envió a Europa una comisión de adquisiciones integrada por el ministro de Guerra y Marina, coronel Manuel J. Duarte, y el mayor Manlio Schenoni, a la que se sumó en Alemania el mayor Adolfo Chirife, para gestionar la adquisición de armas en fábricas alemanas".   
 
Verón también manifiesta que se adquirió  un tren completo de dragado y elementos completos para un regimiento de bomberos; dos avisos de guerra que se bautizaron con los nombre de "Triunfo" y "Presidente Báez" y vestimenta para 10.000 hombres.   

"A su regreso, el coronel Duarte rindió detalladas cuentas de los gastos realizados en Europa, así como de los viáticos, suyos y de sus acompañantes, volviendo a hacerse cargo de su ministerio solo cuando el Congreso aprobó sus liquidaciones presentadas", manifiesta Verón remarcando que los viajes se realizaban en segunda clase.    

Armamento para las revoluciones

"Aquella operación de compras alcanzó la suma de 1.000.000 pesos oro. Las armas adquiridas eran de lo mejor de la época, pero, lastimosamente, no fueron destinadas a la soberanía nacional, sino a las guerras fratricidas que vinieron después (revoluciones de 1908, 1911-12, 1922-23). Pese a ello, cuando estalló la guerra paraguayo-boliviana pudo hacerse uso de una parte de ellas: 1.500 fusiles de infantería, 100 carabinas, seis ametralladoras pesadas y siete de los ocho cañones (uno se perdió durante la revolución de 1922; los siete restantes fueron utilizados por el III Cuerpo de Ejército durante toda la guerra). ¿Qué pasó de las demás armas? En cada revolución, eran llevadas por los soldados que desertaban y luego eran vendidas a cualquier postor. Se cuenta que en casi todas las estancias paraguayas y de territorios vecinos (Formosa, Misiones y Corrientes, en la Argentina) había muchas de esas armas. Numerosas también eran utilizadas en las comisarías de policía, resguardos aduaneros, etc".   

El autor dice  que cuando comenzó la guerra con Bolivia, muchas de estas armas fueron devueltas al Estado, que los  rehabilitó para su uso en el frente de guerra.   

Otras adquisiciones realizadas con posterioridad, si bien para otros fines,  también fueron útiles a la hora de  la guerra.   

"Los cañones y ametralladoras, que fueron utilizados durante la guerra del Chaco  se repartieron en varias unidades", escribe el autor del libro.
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