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Parado y descalzo, lejos de la formalidad de un guitarrista clásico, Richard Durrant rompe el molde, e impresiona con su sensibilidad y técnica.
“Bienvenidos y gracias por venir. Voy a tocar una pieza de mi amigo, el gran maestro Felipe Sosa”, dijo ni bien inició para dar paso a “Villa Alondra”. En todo momento aclaró que su español no era bueno, pero se valió de un papel para contar todo lo que iría a tocar, y lo hizo muy bien.
“Agustín Barrios no es solo el guitarrista y compositor que el mundo conoce. Es mi amigo desde los 8 años”, contó antes de “Mazurka apasionata” y “Las abejas”.
A medida que él presentaba las obras, una pantalla mostraba imágenes relacionadas a cada una. Durrant reía y hacía gestos cuando la imagen no coincidía con lo que iría a tocar. Con simpatía sorteaba esta situación, haciendo reír al público.
“Romanza di un sole” y “Panambí raity” sonaron después. “Dos temas de mi amigo Juan Duarte. Me gusta mucho su música y es importante para la guitarra de Paraguay”, manifestó Durrant al presentar dichas obras.
Siguió con “Cavatina”, de Stanley Myers, una melodía folclórica de Henry Purcell, y un tema suyo “The Walrus Tree”.
Siguió con una selección de obras de J. S. Bach, con arreglos propios. “Es música atemporal”, dijo al referirse sobre las composiciones de Bach. Continuó con otro tema propio “Apretón de manos”, que según dijo, compuso en 2011, en su primera visita a nuestro país.
“Barrios fue muy influenciado por Bach. Ahora voy a tocar una de las mejores piezas de todos los tiempos”, manifestó para presentar “La Catedral”.
El público fue atento, respetuoso y entregó a cada interpretación largos y fuertes aplausos. El bis se cumplió con “El último trémolo”.
victoria.martinez@abc.com.py