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Es que la película dirigida por Mario Goia busca ofrecer otra mirada, una mucho más realista, hacia el mundo de los autos de carrera.
Con un guion bastante sólido, aunque por momentos predecible, la trama presenta a Maxi Silva (Robert Grange), un joven mecánico dedicado a preparar el auto de Sergio Thomas para el torneo Truenos, donde Rodrigo Spinoglio (Juanse Buzó) intentará de todas formas mantenerse como el ganador.
En la historia de Maxi se mezclan recuerdos familiares, dificultades económicas y el reencuentro con una amiga de infancia, que aportan a la trama algunas cuotas de drama, romance y comedia.
Los tres protagonistas se desempeñan con bastante solvencia en sus roles, pero es en el desfile de personajes secundarios donde se pueden ver algunas debilidades en la elección del reparto.
La fotografía es uno de los puntos más débiles de la película, que si bien ofrece lindas tomas como la de los autos acercándose a los cerros, hay escenas en las que la iluminación no se realizó adecuadamente. También se observan algunos movimientos de cámara que no fueron bien logrados y una utilización excesiva de los primeros planos.
Pese a esto, la mayor fortaleza de Truenos reside en el acierto de buscar una historia más autóctona para representar al deporte motor, que la de querer emular la espectacularidad visual que nos llega desde Hollywood.