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Durante las tres películas el enemigo principal era una organización criminal internacional cuyo poder sobrepasaba los estados. Por supuesto, quien conoce al personaje desde las primeras películas de Connery habrá intuido que esta organización es Spectre. Y tal cual, en esta cuarta película Bond logra ingresar hasta el corazón de las tinieblas, el cerebro maquiavélico que comanda la organización.
Después de haber visto “Skyfall”, sin duda una de las mejores producciones bondianas, uno esperaba una película de mayor o igual altura, principalmente porque ambas están dirigidas por Sam Mendes. Pero “Spectre” decepciona. Toda esa crudeza y realismo que se había construido desde “Casino Royale” se viene abajo. Craig no parece comprometido (más bien aparenta fastidio). Mendes tampoco construyó una película sólida, y Christoph Waltz, como Blofeld, nunca se dio cuenta de qué zapatos estaba calzando. Todo evidencia despedida, pero no con garbo sino como algo que debe tramitar lo antes posible.
Toda la carga de la película está puesta en la famosa secuencia inicial bondiana, en la que 007 debe eliminar a un asesino en plena Fiesta de los Muertos en México DF.
Luego de este adrenalínico comienzo, tenemos el desenlace cansino de esa historia construida desde el Royale, con muchas situaciones inverosímiles. Sí, lo inverosímil es característico en la saga, pero es necesario el humor para permear los momentos increíbles. Y este Bond no tiene la fluidez necesaria para las bromas. Tal vez, alguna vez, “Spectre” se rehaga y podamos tener un final digno de la saga iniciada en “Casino Royale”.
sferreira@abc.com.py