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La banda alemana mantuvo una comunicación fluida con el público y ofreció un variado repertorio dentro de su extensa carrera.
Durante años el rock fue una cuestión de jóvenes. Había que tener mucho ímpetu juvenil para aguantar todo lo que el universo rockero demandaba. Hoy el rock tiene más de sesenta años y se ha vuelto algo de gente con experiencia. Ya no vale solo la garra sino las mañas, y Scorpions sí que demostró que son viejos baqueanos en entretener con un sonido fiero y potente.
Trajeron un show muy bien producido, en el que cada uno pueda tener su espacio de lucimiento, y también la posibilidad de una pausa (recordemos que el vocalista Klaus Meine y el guitarrista Rudolf Schenker tienen 68 años). Un espectáculo con un muy buen despliegue de pantallas, tanto en la calidad de video como en el diseño de la imagen.
Meine luce una voz muy bien cuidada que puede alcanzar registros bien altos. Jabbs hizo un solo arrollador en “Delicate Dance”, y Schenker es más show. Paseó por todo el escenario con su guitarra humeante en “Blackout”.
El repertorio comprendió un buen paneo por toda la carrera del grupo alemán, desde los temas más fuertes a las baladas exitosas, y el final con los temas más populares. Así, el potente “The Zoo” estuvo al mismo nivel que la balada “Winds of Change”, en el momento adecuado para lograr el clima necesario. No había temas de relleno. Lo que sí podríamos decir es que faltó “Holiday”, una de sus baladas más exitosas. Hubo espacio hasta para un homenaje a Lemmy Kilmister, el líder de Motorhead fallecido en diciembre pasado, con un tema suyo (“Overkill”) , que se enganchó con un solo de batería de Mikkey Dee, quien tocó en Motorhead por casi 25 años.
El grupo mantuvo una muy buena comunicación con el público. Se los veía contentos en el escenario, seguros de haber cumplido un compromiso con creces.
sferreira@abc.com.py