Rousseau, uno de los ideólogos de la histórica Revolución Francesa

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Jean Jacques Rousseau es considerado uno de los pensadores más atípicos de la Ilustración. Fue uno de los ideólogos de la Revolución Francesa, aunque tuvo marcadas diferencias con otros ilustrados, como Voltaire, Diderot o Montesquieu.   

Su obra más reconocida, "El contrato social", aparecerá el próximo domingo  con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección Líderes del Pensamiento Universal, publicada por la Editorial El Lector.   

Hasta el momento, esta Colección entregó al público siete libros de gran nivel en contenido y calidad gráfica. "El contrato social" será, entonces, el volumen número 8 de los 16 programados.   

Jean Jacques Rousseau nació en la ciudad de Ginebra, que por aquel tiempo era independiente, el 28 de junio de 1712.   

A la muerte de su madre, su padre tuvo que abandonar Ginebra y Jean Jacques quedó al cuidado de su tío el coronel Bernard, quien lo envió con su primo Abraham a un internado calvinista.   

Tras culminar sus estudios, Rousseau se trasladó a Turín, donde cambió su fe protestante por la católica, para poder trabajar como asistente y secretario del abad de Gouvon, junto con  quien empezó a apreciar la literatura.   

A los 27 años de edad Rousseau viajó a Lyon donde conoció a personalidades importantes como el abad de Condillac (Etienne Bonnot de C.), filósofo seguidor de Locke, el abad de Mably (Gabriel Bonnot de M.), uno de los precursores del socialismo.   

Posteriormente, en París, hizo amistad con el futuro enciclopedista y filósofo Dennis Diderot (1713-1784). Fue secretario del embajador francés en Venecia, pero luego de más de un año de servicio fue despedido.   

Regresó a París en 1745. Allí fue protegido por la acaudalada familia Dupin y compuso algunas piezas de música. Asimismo, comenzó sus primeras colaboraciones para la Enciclopedia de Diderot. Por entonces ya era una figura conocida en el ambiente intelectual parisino.   

En 1749 redactó su primera obra para un concurso que organizara el periódico Mercure de France: "Discurso sobre las artes y las ciencias". En ella analiza si el progreso científico e intelectual influyó en forma positiva o negativa en el desarrollo de la humanidad. Rousseau llegó a la conclusión en ese texto de que el avance científico no busca el bien común, sino la exaltación del amor propio. Ese libro ganó el concurso y su autor pasó a ser reconocido y respetado por sus pares. Fue el punto de partida de su trascendencia intelectual.   

En 1753 fue nuevamente llamado por la Academia de Dijon para un concurso, para el que escribió "Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres". Aunque no ganó esa vez la competencia, sus argumentos sobre el origen de las primeras sociedades fueron mucho más profundos y novedosos que los de su trabajo anterior.   

Esa coyuntura lo llevaría a plasmar la profundidad de sus argumentos en su obra cumbre "El contrato social", publicado en 1762, en la que establece una fórmula en la que no hay antagonismo entre ley y libertad. Según su teoría, la forma de reconciliar la oposición entre libertad y ley consiste en asociarlas. Ya entonces Rousseau se encontraría en la cima y en el centro del proyecto iluminista de sus días.   

Sin embargo, las proposiciones educacionales rousseaunianas resultarían demasiado progresistas para su época. El parlamento de París no tardaría en condenar el libro a la hoguera, ordenado además la captura de su autor. Este se exilió en el cantón suizo de Neuchatel, donde produjo "Cartas escritas desde la montaña".   

En 1770 le permitieron ingresar a París, donde terminó su gran obra personal comenzada en Inglaterra, "Confesiones", en la que plasmó todo su pasado y encontró "un alivio y sentido a su vida", según sus biógrafos.   

Once años más tarde las ideas anunciadas en su "El contrato social" servirían para proclamar la revolución de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
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