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Esta obra aparecerá con el ejemplar de nuestro diario el domingo 29, y en ella Gómez Florentín señala que tras el final del conflicto los veteranos se reintegraron a la vida civil en el Paraguay durante el proceso llamado “de reconstrucción nacional” que siguió a la Guerra del 70. En ese momento, poco o nada importó si los veteranos participaron del lado del Ejército paraguayo o como miembros de la Legión Paraguaya, la fracción del ejército aliado conformada por fuerzas paraguayas opositoras al régimen lopizta.
El deseo mayor, entonces, era colaborar con la recuperación del país, con lo cual todos los militares que participaron en el conflicto fueron bienvenidos si compartían el mismo objetivo.
Al principio el proceso de participación de los veteranos en la reconstrucción –dice el autor de la obra– se dio de manera espontánea y desorganizada. Entonces, muchos veteranos ocuparon los cargos de jueces de paz o jefes políticos en diversos puntos del país o tomaron parte de las fuerzas del Gobierno recientemente creadas.
Fue recién en 1872 cuando el Gobierno realizó un escalafón militar en el cual todos aquellos paraguayos y extranjeros que participaron en el ejército fueron llamados a inscribirse.
La ley del 13 de mayo de 1871 estaba destinada a verificar los grados militares con el objetivo de crear un escalafón militar, inexistente tras la guerra. El 10 de mayo de 1872 se formó la comisión verificadora de grados militares. Esta estuvo conformada por los generales Francisco Resquín y José María Delgado, capitanes de Fragata Romualdo Núñez y Domingo Antonio Ortiz y el teniente coronel doctor Federico Wiener, todos destacados veteranos de la guerra.
El objetivo era reorganizar las fuerzas que participaron en el conflicto de manera que quienes pelearon fueran exentos de nuevas convocatorias militares. Al mismo tiempo, el escalafón establecía con claridad quiénes pertenecían al entonces ínfimo ejército paraguayo y quiénes ya se habían acoplado a la vida civil.
Más importante en este sentido –dice Gómez Florentín en su libro– era discriminar los puestos alcanzados en el ejército, ya que, además del inventario general, era fundamental jerarquizar la participación en la guerra. Por último, el escalafón servía para determinar quiénes podrían recibir beneficios por daños sufridos durante la guerra, ante la hipótesis de que el Gobierno efectivamente se hiciera cargo de esta indemnización del gobierno de la posguerra.
Respecto a los sobrevivientes, Gómez Florentín acude a estimaciones del vizconde Paul D’Abzac, cónsul de Francia comisionado al Paraguay. Este apuntaba a que la población masculina del Paraguay en 1872 estaba compuesta por un 50% de niños menores de catorce años y un 10% de ancianos.
La población masculina restante, el 40%, estaba en edad de portar armas. Sin embargo, de acuerdo a los cálculos del diplomático francés, apenas un 24% estaba sano. El 16% restante estaba compuesto por discapacitados por la guerra.