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ALCALÁ DE HENARES (EFE, por Carmen Sigüenza y Ana Mendoza). Controlados ya los nervios que tenía antes de la ceremonia del Premio Cervantes, Elena Poniatowska no paró de recibir felicitaciones por su discurso.
“Me siento muy solidaria con las mujeres en México, sin ellas el país se caería en mil pedazos porque son un elemento aglutinador, resistentes y muy generosas”, decía Poniatowska a un grupo de periodistas, en el cóctel que tuvo lugar tras la ceremonia.
Rodeada de su familia y de amigos que no cesaban de pedirle que se fotografiara con ellos, y con una copa de vino en la mano, Poniatowska reconocía que ya se le habían pasado los nervios, y lo cierto es que se la veía feliz, relajada y muy hermosa con el traje amarillo y rojo que le regalaron las mujeres de Juchitán (Oaxaca) para las ocasiones solemnes.
La escritora contaba que siempre ha tenido “lazos profundos” con los desfavorecidos, muy presentes en su discurso. La gente de la calle le enseñó a hablar español y de ellos aprendió la riqueza de este idioma.
Tiene varios libros por delante, entre ellos uno que le cuesta “mucho trabajo” escribir porque no habla polaco y no conoce bien la historia de Polonia, y que sería sobre el último rey de Polonia, Estanislao Augusto Poniatowski, antecesor de su familia, cuya vida la interesa “mucho”.
“Yo pensé que todos los reyes eran espeluznantes, pero con ese me di cuenta de que era muy buen rey”, aseguraba la escritora mexicana que, a continuación, dejaba claro que los reyes españoles le parecieron “lindísimos” y tuvo “buena onda con ellos”.
“La Reina me gusta muchísimo, y me gusta su cara”, decía la premiada que, según contaba, conoció a la madre de doña Sofía, la reina Federica, en Grecia, hace sesenta años.
Los Reyes le pidieron el discurso a la escritora mexicana y alabaron su vestido.
El dinero del premio, 125.000 euros, lo donará a la fundación que creará con su hijo Felipe para promover la cultura en México.
Esa donación la decidió “desde el primer instante”, aunque ella vive “tan en la estratosfera, tan lejos de la realidad”, que no sabía ni que el premio fuera acompañado de dinero.
Poniatowska, conocida como la “Princesa Roja” por su descendencia de la realeza polaca y por su compromiso, se convirtió hoy en la “Reina de las Letras” tras recibir el Premio Cervantes, con un discurso lleno de emoción. Un discurso muy aplaudido por un claustro lleno en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), en el que la escritora –”una sancho panza femenina” como ella misma dijo–, desplegó la empatía que la caracteriza, mucha ternura y amor. Unió literatura y periodismo, en una intervención con los pies muy pegados al suelo, aunque lo haya hecho desde un púlpito, y que comenzó con el recuerdo a Gabriel García Márquez, quien “dio alas a América Latina”.