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En una noche dedicada a la música de compositores principalmente franceses, la agrupación emprendió vuelo con la Petite Suite, de Debussy, bajo la siempre tenaz dirección de Luis Szarán.
Así, con medida energía al principio, tal como precisa el desarrollo de esta obra que va atravesando cálidos como profundos sonidos, la OSCA se fue desplegando pasajes sonoros cada vez de mayor magnitud, para culminar en un carácter triunfante.
En esta misma línea cálida y gozosa, siguieron con el Carnaval Romano, Op. 9, de Berlioz, que destaca la presencia de los instrumentos de viento, sobre todo los de metal. En otra inspirada ejecución, la orquesta recibió, ya como antes, largos y enérgicos aplausos.
La segunda parte presentó al solista de la noche: el pianista francés Pierre Blanchard. Este notable artista tuvo a su cargo, primero, Introducción y Allegro Appassionato, Op. 92, de Robert Schumann, una obra definitivamente compleja en cuanto a lo musical como también sobre lo emocional.
Con esta obra Blanchard se puso a sí mismo un desafío que supo atravesar con mucha pasión y virtuosismo. Por otro lado, por momentos entre la emoción de su performance también se percibieron algunos pequeños deslices. No obstante, salió airoso y relució su innegable calidad artística, la cual llegó a los espectadores, quienes lo aplaudieron con exaltación.
Así dejó el escenario para la OSCA, la que hizo “Le dernier sommeil de la vierge”, de Massenet, bajando un poco los decibeles. Eso dio pie a la Gran Polonesa, de Chopin, en manos de un Blanchard imbuido en el espíritu de esta brillante pieza. Tras otra gran ronda de aplausos de la platea, emocionado, Pierre dedicó dos composiciones suyas, sin nombre, pero con valor musical.
victoria.martinez@abc.com.py