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“El príncipe y el mendigo” es una de las más populares novelas de Twain, y en ella el autor narra las aventuras vividas por Eduardo Tudor (personaje de la vida real, quien luego sería rey de Inglaterra con el nombre de Eduardo VI, heredero de Enrique VIII) y Tom Canty, un niño nacido en una familia paupérrima de Londres.
Eduardo y Tom, pese a la disimilitud de sus respectivas condiciones de vida, son idénticos, tanto que “desnudos, nadie podría diferenciarlos”. Por una de esas casualidades de la vida, se encuentran un día y Eduardo, asombrado del parecido entre ambos, decide un juego de intercambio de indumentarias.
Así, Tom, que, en medio de su vida miserable, siempre soñó con ser un príncipe, se vio de pronto vestido como tal. Por su parte, Eduardo, siempre harto de sus responsabilidades como heredero de la corona de su padre, Enrique VIII, quiso liberarse por un momento de esa carga y vestir como un ciudadano común y encima pobre.
El azar también determinó que ese juego continuara en un verdadero cambio de roles que duraría mucho tiempo y que acarrearía a ambos protagonistas historias a la vez dramáticas y desopilantes.
Tom Canty se volvió príncipe y estuvo a punto de asumir como rey de Inglaterra a la muerte de Enrique VIII. Eduardo por poco no se convierte en un joven miserable por toda la vida.
Mark Twain puso en esta novela toda su calidad narrativa y su notable manejo de las situaciones que rayan en lo increíble, de tal manera que logra mantener al lector prendido al libro todo el tiempo sin que pudiera soltar la lectura.
El relato mantiene de manera constante la máxima tensión, y el suspenso sobrevuela permanentemente la acción. Por ello el libro es apasionante.
ABC Color y El Lector presentan en esta oportunidad una edición condensada, pero que mantiene todos los elementos esenciales del texto original de Mark Twain.
El autor de la obra es uno de los más célebres escritores norteamericanos de todos los tiempos y sus obras son un reflejo fiel de su tiempo. En muchos casos incluyen elementos autobiográficos que Twain maneja sabiamente.
Mark, durante su vida y especialmente en su juventud, realizó diversos trabajos. Desde tipógrafo hasta buscador de oro en el oeste. Cuando la suerte le fue esquiva en todo lo que había emprendido, “se vio obligado a trabajar como periodista”, escribiendo artículos que enseguida cobraron un estilo personal.