Cargando...
Muchos años después, ya trabajando en ABC, me enteré cómo llegó Frid al Paraguay. El hábil empresario Leo Cohan, aprovechando el rating de la serie, lo contrató para que hiciera algunas presentaciones. Así recorrió clubes y fiestas cubierto con una capa que en el escenario la levantaba amenazadoramente, mostrando los colmillos. Solo eso. No cantaba ni hacía una presentación teatral. Pero al público le encantaba. Terminó quedándose más tiempo de lo necesario, reemplazando la sangre de la pantalla por el whisky que, según cuenta la leyenda, consumía a montones.
Así como Frid era un bicho raro en la pacata sociedad paraguaya de principios de los setenta, el tándem Tim Burton-Johnny Depp recupera al personaje y lo presenta en un pueblo norteamericano de 1972 (tal vez, el mismo año que Frid estuvo por aquí) donde el vampiro se siente completamente descolocado. Una coincidencia posible en el cine de Burton donde se rescata la normalidad de lo “freak”, de lo raro.
Burton cuenta la historia de un joven que fue condenado por una bruja a convertirse en vampiro, desairada por no corresponder a su amor. Doscientos años después, Barnabás Collins retorna al ser abierto el ataúd en el que se encontraba atrapado. Vuelve a su morada, que se ha convertido en una mansión decadente, habitada por sus parientes del siglo XX, personajes raros, propios de la fauna burtoniana.
El filme tiene su buena dosis de humor negro, pero luego va decayendo hacia la segunda mitad. Se vuelve repetitivo y poco sorprendente dentro de la filmografía de Burton. Aun así, no es una mala película, sobre todo por las actuaciones de Depp y la francesa Eva Green, en el rol de la hechicera.
La dirección de arte merece una mención por el entrecruzamiento constante entre 1790 y 1972 y una fotografía que nos remite a aquellas fantásticas películas de Christopher Lee como el conde Drácula, producidas por la factoría británica Hammer (precisamente Lee aparece en esta película). El octavo filme realizado por Burton y Depp captura por sus ocurrencias, su homenaje a la TV y al cine de terror. Pero no pasa de un divertimento nostalgioso.
sferreira@abc.com.py