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El grupo, integrado por José Carlos Cabrera, Favio Rodríguez y Rodrigo Benítez Vargas, maravilló a la gente con un la fuerza de un refrescante repertorio.
Abrieron con “En el Paraná”, de Nancy Luzko, y le siguió el primer estreno de la noche: “Pensamiento”, del joven Martín Ortega, integrante del ensamble Pu Rory, y quien dedicó esta obra a sus tres maestros. “Canción para ellas” fue otro estreno. La obra de Pedro Martínez sonó bella y armoniosa, transmitiendo un sentimiento de alegría.
Luego, con “Renacer”, de Óscar Cardozo Ocampo, expresaron la melancolía y a la vez picardía que emanan sus notas. “Sur”, de Nancy Luzko, fue después otra obra estrenada. Esta alternaba entre diferentes grados de intensidad y energía, como paseando por las posibilidades de las cuerdas y las emociones. Aquí cerraron con “Juego de niños”, de Lobito Martínez.
Tras una pausa volvieron con “El barrio, el candombe”, de Carlos Aguirre y “Ahendu nde sapukái”, de J. A. Flores, ejecutada con una fuerza impresionante.
El repertorio siguió con “Invierno porteño” y “Escualo”, de Piazzolla. El público reclamó un bis, entre exclamaciones y aplausos de pie.
Entregaron “Baião de Gude”, de Paulo Bellinati, y “Berimbau”, de Baden Powell.
Las interpretaciones de los tangos y la música afro y brasileña fueron atrapantes. Además, mientras afinaban sus instrumentos, supieron aprovechar el tiempo para condimentar las obras con interesantes anécdotas que daban más sabor y contexto a la música.
El numeroso público que asistió también es digno de destacar por su efusividad como también por su respetuoso silencio, ideal para lo que requiere un concierto de estas características. Este silencio fue el lienzo donde Mbarakatrío pintó su música con sobrado talento.
victoria.martinez@abc.com.py