Max Weber identificó al capitalismo con religión, economía y la ética

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A diferencia de Marx -según el filósofo catalán Ramón Alcoberro-, Max Weber no se interesó por el capitalismo en oposición a una (hipotética) sociedad socialista, sino como expresión de la especificidad del mundo occidental y de la racionalidad moderna. Para ambos el capitalismo es un hecho determinante en el destino del hombre, pero Weber no ve una causalidad económica determinante en la historia, sino una sincronía de elementos, religiosos, económicos, éticos, que al entrecruzarse en un determinado momento dan origen a una determinada racionalidad capitalista.   

"Etica protestante", de Max Weber, es, justamente, el próximo libro de la Colección Líderes del Pensamiento Universal, que aparecerá con el ejemplar de ABC Color el domingo, con el sello de El Lector.   

A continuación transcribimos parte de un análisis hecho por Ramón Alcoberro sobre la visión que tuvo Weber del capitalismo.   

Este es el tema (el capitalismo) de su libro Etica protestante (1904-1905) sobre el que luego volverá en La ética económica de las religiones mundiales (1915-1920).   

Lo que le importa en estos libros es explicar la "mentalidad económica", capaz de elaborar el "ideal tipo" capitalista, cuando la creación de riqueza se convierte en un imperativo moral. Hay un momento, más o menos datable en la época de Lutero, en que la palabra alemana "Beruf" ("vocación") pierde su sentido religioso y se convierte en "profesión" o, mejor incluso, en una mezcla de ambas: "vocación" y "profesión". El "ideal tipo" capitalista puede datarse, mejor incluso, en Benjamín Franklin cuando atesorar se convierte en una acción moral y usar a los otros humanos para hacer dinero llega a convertirse en una virtud.   

Sería un error, un reduccionismo insostenible a partir de los textos de Weber, limitar el nacimiento del capitalismo moderno a la sola extensión de la mentalidad calvinista. Es más correcto considerar que la racionalidad del capitalismo surge cuando la responsabilidad individual de los fieles, que originariamente se expresaba a través del examen de conciencia, que en principio es un mecanismo religioso, llega a convertirse en un sistema –una ascética– del autocontrol económico. Así, la racionalización de lo que en origen era una estructura religiosa se erige en principio unificador y organizador de la vida social. La vocación (ética, religiosa) y el oficio (actividad económica) se confunden como medios a través de los cuales se expresa –y se agradece– la bendición de Dios y se realiza el destino de los humanos.   

La idea de predestinación calvinista (elección divina insondable) se realiza "en el mundo" mediante la prosperidad económica; que alguien "ha sido elegido" por la divinidad se hace palpable y concreto por el éxito en la actividad económica. Weber comenta que, "con su inhumanidad patética, esta doctrina (el puritanismo) había de tener como resultado, en el ánimo de una generación que la vivió en toda su grandiosa consecuencia, el sentimiento de una inaudita soledad interior del hombre". Ante la imposibilidad por alcanzar la certeza de su salvación, los individuos transfieren a la actividad económica las disposiciones éticas que en ellos había modelado su confesión religiosa. "Solo el elegido tiene propiamente la "fe efficax", solo él es capaz de aumentar la gloria de Dios por la práctica de obras realmente, y no solo aparentemente, buenas"; en definitiva, lo que se produce es una transferencia de la "eficacia" de la fe a la "eficiencia" en el negocio.
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