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El acaudalado accionista del Astillero San Isidro la habitó por menos de un año y volvió a su patria. Y sin huéspedes fijos, el abandono fue ganando sus amplios y decorados cuartos... Ciento diez años después, en estado calamitoso, sigue en pie y mantiene intacta su señorial belleza. Hoy, un proyecto turístico abre al público la posibilidad de recorrer su historia de arte y resistencia. Pasen y vean.
En épocas florecientes de los viajes fluviales, en 1885, la familia Mayor fundó el Astillero San Isidro, a orillas del río Paraguay, en zona de Varadero. Ahí, enmarcado en un paisaje natural de agua y vegetación, el accionista de la empresa Diego Martínez ordenó la construcción de una mansión que, quizás le recordara sus días en España, su país natal. Y fue el arquitecto Enrique Clari el elegido para proyectar y levantar la obra que, en su momento, habría sido monumental. Con una fachada neoclásica de reminiscencias europeas y escalones de mármol, la casa de dos plantas estuvo lista en 1903, tal como lleva grabado en el frontis. Planificada para dar comodidad y elegancia a sus moradores, el arte ocupó todas sus posibilidades arquitectónicas, sin retaceos: estilizadas rejas de hierro forjado con trabajados diseños en portones y ventanas, balaustres de moldes en los balcones, figuras geométricas en las coloridas baldosas de los pisos, esculturas en los remates de aberturas del zaguán y pinturas murales en las paredes.
La lujosa casa, ubicada en las periferias de Asunción, fue habitada apenas durante siete u ocho meses por la familia Martínez, pues el acaudalado hombre de negocios tuvo que regresar a su patria por razones perdidas en el tiempo. Y el abandono desembarcó lentamente hasta apoderarse por completo de la obra maestra de Clari. “Quedó como bien del astillero, ya no lo habitó nadie, sino que el terreno se usó para ubicar a los obreros que trabajaban en los barcos. Gente que veían del interior se fueron asentando en el patio, seguramente uno que otro se habrá instalado en la casa. Pero como domicilio propio y fijo de alguien nunca fue”, aclara Vicente Mayor (h), empresario de Astilleros San Isidro y de River Tour Paraguay, firma abocada a la realización de paseos fluviales por el río Paraguay y la explotación turística de la antigua edificación que entre los años 1932 y 1935 sirvió como hospital de sangre de la Guerra de la Chaco.
En los años 90, el padre de Vicente asumió el desafío de mantener en pie la Casa Martínez. Recurrió a autoridades encargadas de la preservación patrimonial y particulares interesados en la conservación de los bienes históricos, pero sin resultados positivos. Así fue que en forma de salvataje mandó colocar losas de hormigón armado en el interior para evitar el desplome de la obra que se halla en calamitoso estado. “Mi padre hizo, a lo largo de estos años, trabajos para apuntalar e introducir lozas para que la casa no caiga. La materia pendiente siempre fue la fachada, darle una restauración total. Eso es lo que siempre quisimos, tocamos varias puertas, varios son los que se han acercado, pero nunca se pudo concretar absolutamente nada. Siempre dijimos que no le queremos privar a la ciudadanía de que puedan conocer este hermoso patrimonio arquitectónico”.
Paseos fluviales por el río
La familia Mayor, dueña de la antigua Mansión Martínez, implementa ahora un circuito de paseos fluviales de 45 minutos en lancha por el río Paraguay. El tour incluye una visita a la casa (hay algunos objetos viejos en su interior) y cuesta 30.000 G. para nacionales y 15 US$ para extranjeros. “Tenemos capacidad de manejar de 30 a 40 personas por tanda, pero hay que reservar para organizar los paseos”, avisa Vicente Mayor. Los interesados pueden llamar a River Tour Paraguay : 0981-145542.
yubi@abc.com.py