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El músico del nordeste brasileño se presentó el martes último en la sala Tom Jobim del Centro Cultural de la Embajada de Brasil ante mucho público.
Empezó con piezas de Luiz Gonzaga, como “Asa Branca”, “Baião”. Así, desde el inicio escucharlo fue un deleite, con estas obras del “gran poeta del acordeón”, al decir de Santos.
Afinando cuerdas, Santos preparó el camino antes de interpretar los 5 Preludios, de Heitor Villa-Lobos. “En 1940 Villa-Lobos hizo un retrato de Brasil con sus preludios”, dijo el guitarrista, y así se sintió al “hombre de campo brasileño, al carioca, las bahaianas, el indio y la vida social carioca”.
Santos es sencillo y realmente impresiona la tranquilidad con la que toca escalas, arpegios y acordes, haciendo parecer algo sencillo, teniendo en cuenta que las melodías brasileñas están llenas de agilidad y fuerza.
Luego llegó el momento del homenaje a Agustín Barrios con “La Catedral”. Por momentos parecía costarle un poco, pero luego supimos que lastimosamente el aire acondicionado le afectaba. Pidió que por favor se apague porque tenía frío y afectaba las cuerdas. Algo que hay que tener en cuenta siempre con conciertos de esta clase.
Volviendo a Brasil, hizo obras de Chiquinha Gonzaga, de quien destacó “fue una adelantada de su tiempo y abrió caminos para Villa-Lobos”. Hizo “Gaúcho” y “Atraente”, cuando ya era un disfrute cómo la identidad de Brasil sonaba tan agradable en la guitarra clásica.
Hizo también obras de Dilermando Reis, Jackson do Pandeiro y João do Vale. “Empecé con el nordeste y terminaré con el nordeste, porque soy de ahí”, manifestó. Pero insistentes aplausos le hicieron entregar como bis “Estudio Brillante”, de Francisco Tárrega. “Uno de los privilegios de tener 74 años es que puedo pedirles que este sea el último bis”, bromeó, dándose al público sencillo pero magistral.
victoria.martinez@abc.com.py