Los comienzos de la Guerra Grande

En los primeros meses de 1865, la columna expedicionaria paraguaya del río Uruguay avanzó hacia el sur.

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El grueso de esa tropa lo hizo por la margen brasileña de dicho río, y el destacamento Duarte, por la margen argentina; acompañados ambos frentes por una dotación de canoas. Las canoas iban cubriendo los pasos entre ambas fuerzas.

Este y otros pasajes de los inicios de la guerra son rigurosamente narrados en el libro “Yatay”, de José Arce Farina, alusivo a aquella batalla iniciática en la que el Paraguay ya sintió la enorme superioridad enemiga en fuerzas y en logística.

Este será el undécimo título de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y El Lector, y aparecerá con la edición de nuestro diario el domingo 17.

De acuerdo con el autor, en aquellos inicios de la contienda en que el Mariscal Francisco Solano López ordenó una ofensiva sobre territorio brasileño, se sucedieron varias escaramuzas, pero la más importante fue la del Mbutuy.

El capitán José López, liderando una patrulla de cuatrocientos efectivos, fue cercado por el enemigo, con fuerzas superiores, y tras once cargas de los aliados no pudieron lograr la victoria. Los paraguayos rompieron el cerco y dispersaron a las fuerzas enemigas que dejaron decenas de muertos en ese pequeño teatro. Atrás habían quedado los enfrentamientos en Corrientes y la célebre batalla de Riachuelo.

Los aliados –asevera Arce Farina– desanduvieron para permitir a los paraguayos internarse en su campo. La vieja estrategia del repliegue momentáneo, para volver sobre los pasos y volcar la furia incontenible. Y así fueron acumulando fuerzas los enemigos en Concordia. Recibieron a mercenarios y esclavos, mercachifles y exconvictos, señoritos y nobles; por diversos motivos, se juntaron, para traer la guerra contra el Gobierno del Paraguay, expresa el historiador compatriota.

El Mariscal López, al principio, dio instrucciones al comandante Antonio de la Cruz Estigarribia desde Asunción, luego desde Humaitá.

La distancia entre el cuartel general y el teatro de operaciones era enorme y complicó el éxito de la empresa. López no se decidió a trasladarse hasta Corrientes para comandar en persona a sus soldados y evitar el desenlace: el descalabro total de la columna expedicionaria y el principio del fin de la derrota de las armas paraguayas.

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