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“Leal” es como un sueño, lo que debería haber sido. Para cualquier persona que elige la función pública, con buenas intenciones de mejorar las cosas, lo deseado sería poder limpiar la institución en donde está entrando. Elegir a los mejores para solucionar los problemas y evitar la corrupción, pero las complicaciones son muchas y es una tarea hiper difícil. Prácticamente es un sueño.
Pero en “Leal” es posible. La nueva película paraguaya nos presenta a un grupo comando incorruptible de la Senad que se enfrenta a un poderoso narcotraficante que opera en la zona del Amambay. Ha burlado a los agentes que han intentado atraparlo, hasta que un nuevo director (Silvio Rodas) asume en la Senad y crea un nuevo grupo de operaciones que está al mando de un oficial rebelde pero correcto (Luis Aguirre), personaje arquetípico de los filmes de acción. Este, por supuesto, reclutará a otros tipos raros para formar su comando. El equipo se completará con Betty (Andrea Quattrocchi), que hace la labor de inteligencia desde la oficina, que también es atípica: tiene muy buena formación y ganas de trabajar. En fin, el equipo soñado.
El filme se propone solo entretener. Desde un principio, Scappini y Salomón expresaron que querían hacer un filme con todas las características de las películas de acción. Muchas balas, despliegue de vehículos, soldados y muertes. Algo como antes no se había hecho en el país. De cierta manera, Gustavo Delgado lo intento en “El fin de la línea”, pero en un nivel más modesto. Los directores debutantes tuvieron un buen apoyo de producción, lo que les permitió concretar un filme que se deja ver, pero se necesitaba más para cubrir un guión muy básico. El escritor Andrés Gelós, que fue presentado con mucha publicidad, no presenta una historia novedosa. Lo mejor del guión son los guiños paraguayos, que tienen el toque de Tito Chamorro (que hizo unos interesantes aportes), más que del mismo Gelós.
Las actuaciones también son muy dispares. Como Scappini y Salomón tienen muy poca experiencia, no dirigieron a sus actores. Aguirre no convence como un militar paraguayo, más bien parece un civil cheto que trata de impresionar constantemente. Tampoco Rodas llega a convencer del todo. Rafael Rojas Doria hace un papel pequeño como el abuelo de la joven agente que por su naturalidad cumple un mejor rol. El cast internacional (Gonzalo Vivanco, Andrea Frigerio y Fini Bocchino) cumplieron lo básico. Quienes realmente descollan son Bruno Sosa, como el sicario brasiguayo, y Fabio Chamorro, como el miembro del comando experto en camuflage. Cada uno se empapó en sus respectivos papeles y sacaron lo mejor de sí.
El final del filme plantea una secuela. Esperemos que sea posible y que los responsables entiendan que lo importante es una buena historia, más allá de los recursos de efectos que nunca alcanzarán a los del cine norteamericano.