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Sobre todo, y como ya es sabido por la mayoría, esta última temporada suscitó un gran revuelo dividiendo opiniones por cómo los creadores y guionistas de la serie, David Benioff y D. B. Weiss, decidieron resolver todas las aristas de la historia. Fue evidente que ambos, al ir quedándose sin material de referencia (ya que el escritor de la saga, George R. R. Martin, aún no la completó) se encontraron ante un gran reto narrativo: el de hacer perdurar el atractivo que tenía la serie cuando estaba sustentada en los libros. Si bien la serie hizo un gran trabajo en hilar la historia con la sutileza que caracteriza al autor, coincidió que se quedaban sin el material fuente a medida que venía la hora de atar los cabos, en las últimas dos temporadas particularmente.
Saltos bruscos de espacio-tiempo y un diálogo que se asemejaba más al de una película taquillera de acción que de la atrapante y escalofriante intriga política que conquistó a los espectadores de todo el mundo demostraron una notable e innegable caída de la calidad narrativa. Es cierto que R.R Martin comunicó a Weiss y Benioff pautas de cómo debían verse estos cabos ya atados, pero no su proceso, y realmente hacia el final la serie fue cobrando un vuelo más efectista, dejando de lado la fidelidad a su esencia.
Es entonces en la artesanía de tejer los múltiples arcos de esta historia donde quedó en evidencia tanto la debilidad de los creadores como la genialidad del autor de la saga. No es el fin sino en el camino hacia el fin donde más se notó flaquear al guión.
Eso podemos entender habiendo visto la serie desde el inicio. Pero por otro lado, hay que comprender que un fanatismo exacerbado puede nublar el razonamiento o la visión. Eso en relación a la histeria colectiva en la que entraron miles de fanáticos por estar en desacuerdo, sobre todo con el final. No defiendo a Weiss y Benioff, pero no sería lo mismo el continuar con un guion inédito y sin la obra literaria como guía. Además, nunca cómo piensa el fanático será lo mismo que cómo piensa el guionista o el creador o el director. Es como cuando en un partido de fútbol todos creen que podrían tomar mejores decisiones que el DT.
Visto todo esto, se puede decir que realmente ha sido un fenómeno todo lo que esta serie ha generado a lo largo de su duración, desde 2011, cuando se emitió la primera temporada. La serie, de hecho, fue escalando en audiencia de a poco, porque el “boom” empezó a darse (creo yo) a partir del episodio de la “Red Wedding” (La Boda Roja), que supuso un momento cercano a lo traumático, para los seguidores, ya que en un solo episodio pierden la vida varios personajes bien principales y todo el curso de la historia debió, obligadamente, tomar otro rumbo. Eso fue fascinante.
Y es eso lo atractivo que hizo el creador R. R. Martin, quien sin piedad degolló, apuñaló, envenenó, calcinó y mató de muchas otras maneras, y cuando uno menos se lo esperaba, a personajes amados (y también odiados) en esta historia de fantasía medieval. Pero tal como la vida misma, no siempre todo sucede como queremos. No siempre ganan y viven quienes uno espera o desea, además, en el juego por el Trono de Hierro, valía todo. No habrá sido tarea fácil para Benioff y Weiss con tanta expectativa encima. Pero bueno, en la televisión (o el cine) nunca se puede contentar a todos.
Mucho se habló también del “vacío” que generará en muchas personas que la serie haya terminado. Pero mientras G. R. R. Martin siga vivo, aún quedan esperanzas de conocer la historia desde la mente que es la fuente misma de creación de este viaje de caballeros, guerreras, lores, ladies, caminantes blancos, dragones y cuervos. Y ahora la guardia ha terminado. O por lo menos hasta que salgan los libros restantes… si salen.
victoria.martinez@abc.com.py