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SAN SEBASTIÁN, España (AFP, por Álvaro Villalbos). El primer largometraje dirigido por Martinessi (Asunción, 1973), también guionista del mismo, compite en el festival dentro de la sección Horizontes Latinos, dedicada al cine latinoamericano.
La película ya ha obtenido en San Sebastián el premio Sebastian Latino a la mejor película LGTBI latinoamericana estrenada este año. Más allá de su película, que ha despertado “un cierto interés en saber un poco más de nuestra cultura”, Martinessi se felicita de que su país se dotara en julio de una ley para la promoción del cine, lo cual abrirá nuevas perspectivas.
“Es una ambición de una sociedad que quiere que el cine exista; ahora hay que ver cómo se regula la ley y cómo se implementa”, contó.
Martinessi destaca que “de diez años o más hasta ahora, el panorama de cine (paraguayo) cambió mucho”. Varias películas tuvieron repercusión internacional, como el drama histórico “Hamaca paraguaya” (2006), premiado en el Festival de Cannes, el documental “108, Cuchillo de palo” (2010), sobre la represión a los homosexuales durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), o el thriller “7 cajas” (2012), premiado en San Sebastián.
Ahora, la nueva ley supone todo un giro en un país en el que bajo Stroessner apenas se hacía cine de propaganda, con alguna salvedad, como “El pueblo” (1969), la película de Carlos Saguier que relata la vida campesina y marcó un hito en el panorama local. “Yo no crecí viendo cómo hablamos, no crecí viendo paisajes de Paraguay, siempre estuvo muy limitada mi experiencia a ver, más que nada, cine norteamericano y algo de América Latina”, recuerda Martinessi.
Por eso, “me entusiasma la idea de que las nuevas generaciones del Paraguay crezcan viendo algo de cine paraguayo”, donde actualmente se está haciendo de todo (acción, comedia, terror, etc.). “Yo sobre todo creo en la soberanía del relato”, enfatiza Martinessi, esperanzado en que “haya quedado atrás el tiempo en que los fondos europeos diseñaban un poco las cinematografías de los países del sur, a partir de fomentar el exotismo o alguna moda”.
En ese sentido, está convencido de que “una ley de cine es un instrumento fundamental de soberanía”, y “un instrumento urgente” para que “se pueda producir cine de manera regular” en el país.
Sobre su película, explica que “habla de una sociedad clasista, donde vas a la cárcel cuando dejas de pertenecer al mundo de los privilegios”. Aunque “también hay una solidaridad de clase”, visible en el caso de Chela (Ana Brun), a quien sus vecinas ayudan cuando se ve en graves apuros. Tuvo buena crítica en prensa y entre sectores progresistas, aunque también sus críticas por la temática, una cuestión que según dice le importa muy poco. “El recibimiento malo son los últimos pataleos de un sistema que se está muriendo”, dijo Martinessi.