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Su biografía, transcripta en el libro “Julio Correa”, de Erasmo González, aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario, como quinto volumen de la Colección Gente que hizo Historia.
Julio Arístides fue hijo del brasileño Eleuterio Correa, funcionario civil del ejército de su país durante la guerra de la Triple Alianza y luego un rico hombre de negocios en Asunción, y de Amalia Myzkowsky, hija del coronel Luis Myzkowsky, uno de los pocos muertos en filas paraguayas en la batalla de Curupayty.
La vida en la familia Correa Myzkowsky estuvo marcada por la opulencia y el lujo; pero tendrá un duro revés con la muerte de don Eleuterio, ocurrida en París en setiembre de 1913.
La familia, acostumbrada a las ostentosas fiestas de gente selecta, cambió radicalmente de aire con la muerte del padre, al punto que solo Julio decidió radicarse en el Paraguay, pues su madre y sus hermanos emigraron a otro país. La fortuna de la familia se desmoronó y el más joven de los hijos se fue a vivir definitivamente a la quinta de Luque, “último resto de un pasado opulento”.
Su decisión de quedarse en su casona le valió ser considerado hijo de Luque, por adopción mutua. En ese poblado –afirma Erasmo González en su libro– crecerá el artista crítico; en ese vergel se formará el niño que conocerá la realidad que dista del lujo heredado del padre; desde esa tierra se transformará el hombre que plasmará con su pluma una conciencia de lucha contra los usurpadores de la felicidad de ese pueblo al que conoció sutilmente, señala Erasmo González en su libro que llegará al público el próximo domingo.
El artista pasó su niñez en medio de los lujos que la posición económica de su padre le brindaba. Sus estudios básicos los realizó en el colegio de Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, Argentina.
Su carácter rebelde le motivó a fugarse de su colegio y volver a Asunción. El artista, menor de los hermanos, no mostró simpatía por la disciplina, prefería muchas veces solucionar sus problemas por medio de los puños, característica de su persona que perfilaba al hombre que se constituiría en el escritor que fue adquiriendo un carácter nervioso y precipitado ante la injusticia que se consumaba en su alrededor.
En el estudio no fue aplicado, pero ese déficit lo compensó con una inteligencia lúcida que le permitió llegar a alcanzar una suficiente ilustración, hecho que lo adquirió más gracias a su genio observador, que a su afán de encerrarse en la biblioteca del padre a devorar los libros.